lunes, 12 de marzo de 2012

LAS VIEJITAS DE LAS MATAS


Las recuerdo cada día…
Un gran peso a su espalda
Y sus arrugadas manos 
Llenas de pequeñas ollas corroídas.

Sirvió la desechada de peltre
Que alguna vez guardó un orín cualquiera
Desechos que ellas conservaban como tesoros…

Las veía bajar cada sábado… cada domingo de plaza
Sus cuellos encorvados y aquéllas miradas…
Un brillo extraño en esos pálidos rostros…

Siempre un preguntón… ¿a cómo?...
¡Qué hermosas!... mientras ocultaban una sonrisa
-esas son plantas de monte decían-
Y las viejitas con su carga… bajaban… subían…

¿Y éstas?... ahhh esas son para el dolor… o para calmar el hambre
¿Y aquéllas?... esas curan el desamor –decían mirando a los ojos-
¿Y esa de flores menuditas?... –esas son para mí virgencita-
¿Y aquéllas?... –para ofrecerlas al Señor-

Qué poco interés mostramos a veces
Cuando el pobre en su necesidad teme pedir
Cuántas una ayuda nunca llega…
Mientras ellas… las viejitas de las matas
Hambrientas y pobres vergonzantes…
Subían… bajaban… cada día…
con las mismas entristecidas plantas
Llenitas de pequeñas flores
y una oración siempre en sus labios
Que sería el único consuelo en sus vidas.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, marzo 12/12

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