Quise hacer lo que deseaba, a mi antojo…
me aferraste a un sendero lleno de púas
aún así... observé ese infinito
abrí mis pétalos a la vida…me llené de la exquisitez de la pradera...
Antojado me vestiste de púrpura
decidiste que mi corazón fuera dorado
que la brisa suave mi amante de mañana
y en la tarde... cuando el sol bañara otros bosques
el cielo me pintarías de mil colores...
Me despojaste en el anochecer de mis pétalos
agaché mi rostro y dormí plácidamente
y al son de la música nocturna
cuando la luna mansa me acompañaba...
Decretaste, que una nueva mañana yo vería
y adornaste mi ropaje con botones de seda escarlata
sin importar que asida débilmente permaneciera…
y un lozano y sutil perfume… bañó ésta pobre estancia
donde un divino colibrí extendió sus alas.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, marzo 11/12
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