¿CÓMO NACEN LOS POETAS? (43)
Por todos es sabido, que las más bellas orquídeas nacen dentro del estiércol, así también los poetas nacen desde su propio dolor. Nuestros bosques están llenos de lirios inocentes, perdidos entre los lodazales y regados con su propia sangre, mientras sus madres declaman los más hermosos cánticos por sus ángeles caídos.
Aún la selva gime, se confunden los gritos con la algarabía de las guacamayas, los perros aúllan, los lirios rojos siguen perdiendo su color, sus esporas se esparcen y nacen desde las cristalinas aguas besos de novia abandonada, en medio del llanto del búho desde los robles, donde los goleros vomitan los horrores pues están saciados de carne joven que tiembla en sus picos.
Ya nadie recuerda, pasamos del horror al olvido, y de la alegría a la indiferencia; las madres se cansaron de gemir, hoy las vemos con sus trajes negros pasearse de lugar en lugar, sus ojos tristes y agotados no ven un horizonte claro; se esfuman silenciosas con el rosario en la mano, y en un cajón blanco, depositan una roja flor.
Por ahí deambulan, se disfrazan para que creamos que no son tan malos, y para que en la tranquilidad de nuestros momentos efímeros, les demos confianza, así podrán ejecutar silenciosos sus fechorías, mientras una paloma gira y gira ante sus ojos, sin darles motivación alguna.
Se desangra mi corazón y el tuyo, más ellas, las calladas poetas aún no pueden hablar, gimen en las noches eternas de sus pocos días, miran las estrellas y sus ojos no paran de llorar, aún con el candelabro encendido, suspiran y escuchan el llanto de sus pequeños. Ruedan balones y bicicletas por sus recintos, hay risas, ¡muchas risas!, las escuchan; la montaña las guardó para el tiempo, pero ésta vez no son las de sus niños...
Se levantan copas de sangre inocente, se la beben, ríen en medio de cuerpos desnudos, tocan todas las humedades que hay para ellos; se ven arrogantes y soberbios mientras tañen las campanas, y allí, en un cementerio cercano, caen cristales desde el cielo, el arco iris nace de nuevo detrás de los cerros y la historia calla.
Vida que sucumbes ante la maldad, luceros encendidos en la noche, roja sangre de vida convertida en muerte, aún los perros están hambrientos, se escuchan los rifles y los pasos grotescos disfrazados con gigantes botas, aún miramos aterrados y silenciamos nuestras bocas...
Se doblan las rodillas, se presiente un otro fuego; las calles están vacías y tristes, ya no suenan los ballenatos viejos y en las esquinas ya no hay alegría; no se escuchan piropos ni chistes verdes, se fueron, enmudecieron como la luna, y la noche se pinta eterna...
Más no todo se perdió... allí, en el silencio de la noche, una pálida mujer escribe; el dolor la convirtió en poeta, ya son miles de ellas, se editarán muchos libros sin memoria y se escribirá sobre sus tristes versos, aunque la vieja melodía se escuche una y otra vez en medio de la noche, y las mismas campanas continúen tañendo en la oscuridad...
A la memoria de mi abuelo, mi primo Orlando, y tantos miles sin nombre que pasarán al olvido y a la indiferencia en un mundo cada vez más cruel.
Los insensatos olvidaron que todos moriremos.
Los insensatos olvidaron que todos moriremos.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 6/11
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