domingo, 24 de julio de 2011

LOS OLVIDADOS (277)


LOS OLVIDADOS (277)

Miraban a los ojos sin temor,
llevaban una tímida sonrisa,
un chiste fresco cada mañana
una voz sonora,  
alegre, de campana...

Sus brazos eran fuertes, semejaban lianas;
cargaban el machete, el azadón y la ruana,
besaban como los dioses,
adoraban a sus damas...

Despertaban con una carranguera a sus muchachos:
¡A trabajar verracos!... ¡a ordeñar huevones!
¡Se les va a meter el sol por el lado oscuro!

Con un pellizco en las nalgas de sus damas
se tomaban antes de su caldo mañanero,
un suave tinto hirviendo que regaban en sus ruanas,

Los vi mirar al horizonte cada aurora...
Al atardecer que se esfumaba entre sus manos;
se arrodillaban a orar antes de cada ración
y antes de cada salida de sol.

El grillo aún dormía, más ellos estaban despiertos,
sus cultivos éste año prometían saldar deudas,
su vaca dorada tenía grandes y promisorias tetas,
el balde de las cabras estaba rebosante y espumoso,
sus niños mamaban directo de ellas...

Regaban los verdores con cántaros al viento,
cantaban con las aves, con el tiple y la dulzaina.

Sus coplas los hacían sonreír
eran juegos de niños grandes
y sus miradas eran de estrellas,
suaves estrellas con miradas cándidas...

El canto del paujil anunciaba una tormenta,
el guacharaco espantado levantó vuelo,
el tucán no lanzó la jugosa fruta antes de devorarla,
los perros aullaron a la luna.

El gallo cantó sólo una vez,
y van dos... van tres...
Las mujeres no pudieron gemir,
los niños palidecieron sin gritar...

Los brazos divinos y jóvenes
yacían cual burdos pedazos de carne sin vida
mientras vivían su hoy 
imaginando un mañana mejor...

Me hablaron de sus sueños...
Fantasías pequeñas, como una vaca lechera,
una mulita joven que llevara sus cargas,
unas tejas para tapar sus goteras,
una ruana pa los chinos,
un vestido nuevo lleno de guirnaldas
y un carmín para su amada...

Los vi, tenían  ojos de fuego,
llevaban botas, grandes botas encauchadas,
fusiles hostiles y duras miradas,
odio encendido en diabólicas risas que estremecían...

¿Quién dijo miedo?
No existía, el terror se asiló en sus ventanas...
Hoy los vi cargados en camiones
semejaban bultos de sus cosechas de año nuevo
lanzados uno sobre otro,
arrumados y fríos con la boca abierta
y la mirada extendida...

Sus cristales no veían
se perdían en el horizonte de cara enmarañada.
Sus trapitos viejos ensangrentados,
sus brazos otrora fuertes 
quedaron suspendidos,
rígidos... fríos,
como en  oración a la Virgen María.

Los sueños ya no fueron...
Sus tierras ardían con sus cultivos prometedores,
la casa hermosa qué bien conocía,
una piscina inventada con el arroyo
cristalino que bajaba del cielo,
parecía un lago rojo de sacrificio de corderos...

Testículos mutilados...
Niños olvidados, el hombre y su maldad...
¿Quién puede olvidar los horrores cometidos?
Un fusil mirándote a la cara,
unos ojos sin profundidad y sus palabras:
"Tú no has visto nada".

Y eran todos mis amigos,
mis amados amigos campesinos
uno a uno sin escoger...

La ruta del ferrocarril era su asunto hoy.
¡Por perros!... ¡por hijueputas!...
¡Por brindar un café a quien no debían!
¡Porque sí!...

El hombre es el único ser 
que puede gozar con el dolor,
su maldad y perversidad penetran cual daga
y se queda en sus corazones indolentes...

Y se fueron todos...
Recuerdo sus miradas, idas... vacías... 

Sin pronunciar un nombre
ni sostener una mano amiga
que finalmente cerrara sus párpados,
ni un sólo beso suave antes de su viaje,
ni antes de que el grillo anunciara
que las cosechas de éste año,
serían las mejores...


Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, julio  2/11


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