jueves, 21 de julio de 2011

LA MUSA (307)


LA MUSA (307)

Dorado sol
no reseques mi corazón  de nuevo,
entrégame las dunas suaves de tu alma,
llena mis espacios de vida nueva...

Gran hermosura diviso desde aquí.
Aún con la tristeza de duros recuerdos
me recuesto sobre los grandes árboles
inventados para mí, por tus manos.

Pretendo divisarte desde ahí
más veo que no sólo hay belleza
también hay mucho dolor...

El depredador no se aquieta,
sus garras corren veloces
mi corazón palpita con el aliento asustadizo.

Parezco gacela perseguida y temblorosa,
paloma herida que no puede volar,
que impávida mira colmillos y  garras
que atraviesan de nuevo el corazón...

Ahí está el árbol de mi esquina,
lo has plantado para mí,
en su altura poso mis largas uñas
y con angustia observo
mientras doy cuenta que mis plantas
también causan dolor.

¡Míralos como se observan ellos
con sus pintas oscuras, 
en medio de dorados gajos!

¡Sus rostros hermosos se ven
dibujados en el cristal de agua,
el mismo que desborda desde tus cascadas
y el mismo que brota de mis ojos tristes!...

Hoy tu musa llegó de nuevo a mi corazón.
A pesar de tantas heridas y sangre
pintas de dorado el cielo, ¡siempre!
cada día, como un cántico en mi boca
es cada palabra puesta por la tuya.

¡Oh amado mío!
Eres Dios consentido y precioso,
eres la musa tan querida
desde la salida del sol hasta el ocaso 
que me pierde sobre tenues sábanas
y me hace repetir de nuevo otras palabras...

Eres mi consuelo, el abrigo de mi piel.
Eres la boca que no habla locuras
sino la que te invoca y te implora,
la que te dice que aún con mis perversidades
tú me perdonas, me tomas de tu mano suave
me das siempre un beso nuevo...

Eres el regalo sin abrir de  cada día...
Eres la plenitud que no he buscado,
el sol naciente de mis amaneceres.
No permitas un dolor nuevo, 
una lágrima fresca.

Déjame entregar mis sonrisas...
Que no me confundan mis propias palabras.
Dame tu corazón, tu tibieza, el campanario del tuyo
para levantarme nuevamente 
y empezar de nuevo...

Que mis faenas no me acorralen y las haga con amor.
Que mis gritos silenciosos lleguen a ti
y que tu mirada dulce como el azul que diviso,
penetren en el corazón de un amor
que siempre has dejado para mí.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio  19/11

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