NOS JUNTÓ EL SOL
Tan solo sentí ese apremio de calor, como si un ave intentara volar dentro de mí, y sucedió que estaba viendo a tus ojos en un instante y no quise abrir mis alas, ni siquiera intenté volar más lejos; me bastaba con saber que me veías y fue suficiente con soñar que me amabas, y me junté contigo con las plumas del alma. ¿Qué otro vuelo me puede importar más que el de tu amor?
Soñarte en cada poema; te convierto en el alcatraz que dirige a una bandada, ave azul a quien imploro el calor de su corazón dulce, poeta al fin, que en vez de espadas dispara ricas palabras, diría miel de angelita desde el panal de tu corazón, que puedo sorber despacio, imaginando son cucharadas de sol para compartir entre los dos.
El frío del bosque, coquetea la luna entre los gajos secos de un árbol perdido, besado tan solo por la aurora, sin lastimar sus hojas, ni dañar sus lirios, es el paisaje más perfecto si es a tu lado.
Junté el río con el mar imaginando éramos los dos, desbocó el aguacero y cada gota era una corona para un ruiseñor; besitos iban y venían sobre mi tejado, nos liamos, nos abrazamos, nos juntamos en letras que nos volvieron girasoles virando al sol.
Amor mío, la hermosura de tu voz llena de campanas mi estómago, semejas un buey tranquilo en la espesura de su propio bosque interior, diviso huellas de heridas que pasaron, son las mismas tuyas en otro camino y vereda por donde no vagaron mis pies, ni mis sueños.
Bordea tu ensenada un lago tranquilo, gaviotas van y vienen a tu solaz, reposan en tu ventana abierta, tus ojos míos y amados, noche perpetua estrellada, a donde cada día dejamos los afanes para amarnos, siendo palomas en el alar de las fantasías, esperando de la providencia un poco de verdad para acariciarnos y consolar nuestras almas.
Así te veo cada día, te siento en cada letra, a pesar de creer que le pertenecemos a otros, el viento atrae lo verde de las hojas, la savia de tu boca se junta con mi lengua, nos volvemos ovillo en el universo y nos dejamos girar por él, como parte de éste planeta tan divino.
¿Te veré alguna vez?... ¡No lo sé!, tan solo adivino el parpadeo de un águila, la sombra de sus alas inmensas y oscuras, un suspiro te lleva, una rosa en éste crudo invierno que nos encontró amándonos sin pedir más.
Tranquilidad y reposo, no hay afán, si nos juntó el sol, su gracia ha de tener, y doblo el cuello para que seas en medio de mi llano, el oasis perdido y la quimera encontrada.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, marzo 19/15
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