LA MUSA
El mundo nos pide silencio,
en tanto el lago no para brillar,
y la luna corre presurosa
sin el sol jamás hallar.
Gotean recuerdos sobre un cuenco
y la divinidad atrapa a un grillo saltarín,
que deseaba el amor como festín.
En esto, la musa no se cansa de soñar,
y sobre una blanca flor
esconde sus lágrimas,
que el colibrí se ha de llevar.
Vuelve a mí con sus alas de cristal,
la mariposa que vive en un altar;
un sorbo de poesía es su voz,
un trino de ave que pasa veloz
dejando una estela en el viento,
y una imagen dulce en el lago.
Torna entonces la musa,
regresa con sus manos viejas
y un tinte oscurece el lago
con toda melancolía.
Un pálpito me hace recordar
que entre sus alas, vienen y van,
las almas de los cóndores
que entre las nubes suelen pasar.
Raquel Rueda Bohòrquez
Barranquilla, marzo 21/21
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