¿Por qué este título Azul...? No
conocía aún la frase huguesca "L'Art c'estl'azur"... ”más el azul era
para mí el color del ensueño, el color del arte, un color helénico y
homérico, color oceánico y firmamental... ... Concentré en ese color célico la
floración espiritual de mi primavera artística...
(Rubén Darío, La Nación, Buenos Aires, 1913).
(Rubén Darío, La Nación, Buenos Aires, 1913).
PIEDRAS DE MI AZUL/A Rubén Darío
Mi primavera es una hija con su rostro feliz,
todo es azul cuando Dios está conmigo,
y es siempre...
Arranqué a un lirio ese azul profundo, el que lo cultivó en una herida
de mi madre, con un loco que pisoteaba cada roca junto a sus aves grises, en
medio de un cantar de tórtolas, porque de azul se vistió el infinito como el
mar y los sueños de un poeta.
No fue rojo un rubí, debió pasar por aguas temblorosas en cada hoja y
rama de un camino llovido entonces desde venas curtidas, de ojos negros que
corrían como desbandadas de pájaros, y fue ahí donde nació una joya, ladera
abajo, entre mis piernas, blanqueando mi boca junto a mi azul lengua, que
irrumpió en la tuya, como una turba loca de elegías y poemas.
Vi el mar, no había aguamarinas aguas, se tornó el mundo de un color,
porque Dios tenía ese traje, era su vestido favorito donde no había confusión
al verle, pues se retrataba en el lago cristalino de mis ojos.
Pasaron todos los poetas de mi tiempo, la vieja Idiosincrasia, el huevón
de los zapatos viejos, el Kico de una moto Auteco que jamás prendió, pasó mi
padre cojeando penas, y aliviando tormentas con sus carcajadas, el viejo
Isaías, un loco pervertido que le robó a la vida cada verso y cada esperanza de
un camino desértico y se fue tan solitario en una bolsa negra, donde cabían
todos sus escritos y sus lágrimas.
¿Qué hay de nuestra vida?, ¡poetas famosos!, todos duermen como el
viejito de los zapatos rotos que compuso un verso, pero otro se lo llevó, y se
ganó la gloria con sus letras.
¿Qué importancia tiene un verso más que otro?, la viejita de las matas
caminaba con sus poemas y sus dedos llagados, adornados con oxidadas latas, y
en su cabellera, enredada una clavellina recién cortada, pero su nombre nadie
escuchó, ni siquiera cuando todas sus plantas fueron primavera, y
regresaban esquina por esquina, con los pies llagados y la barriga vacía,
ladera por ladera con las mismas plantas sembradas en bacinillas viejas,
con olor a las miserias que todos sembraron, al no apoyar su labor de hambres
viejas y curtidas.
¡Pobres viejecitas!, decía mi madre, ¡suben y bajan!, cada día de fiesta
con la cara triste y las esperanzas rotas, regresan al rincón de los orines y
al palacio de las penas.
Mis letras son pequeñas, ¿qué tan grande puede ser la voz de un
gorrión?, pero es inmensa la copa del árbol que resguarda entre sus hojas
ocres, unas que se le parecen y que fabrican en su corazón, picos abiertos y
colores llenos de esperanzas, que tiemblan de amor, cuando ven a una madre con
el regalo de vida entre su pico lleno y su llamado dulce, como miel
derritiéndose en la boca, entonces todo florece en el árbol, todo es canto de
ruiseñor, y el mirlo enamorado abre sus alas, si llueven rocas pálidas desde el
cielo para iniciar a temblar sobre cada flor.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 19/15
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