Todo estaba perfecto ayer, hasta unas fotos me tomé montado sobre su lomo, hasta unas palmadas le dí y él relinchó más hermoso que nunca, sin imaginar su despedida.
Hoy lo descubro con los ojos muy abiertos, sin saber que un río violento brotaba por mis ojos.
Triste despedida a un amigo, a un verdadero amigo que olía a pesebrera.
A MI CABALLO/Andrés Felipe Martínez
Se fue mi caballo moro
y el corazón se arruga sin su presencia.
No hubo despedidas ni otros despertares,
pero sí dejó en mi rostro hondos pesares.
Creo en otros valles,
en otras montañas a dónde irá con la brisa
a preñar nubes blancas.
Se fue mi caballo moro,
el amigo de tantas jornadas,
de tantos caminos recorridos
sobre su manso lomo.
Ahora es un recuerdo con olor a establo
y conversamos a ratos entre silencios
largos,
que se hacen polvareda
al imaginar sus pisadas.
Raquel Rueda Bohórquez
1 12 18
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