SANTURBÁN
¡Increíble, Dios mío!, no sé a dónde iremos a parar, tal vez
hemos perdido la patria potestad, la nacionalidad, ¿de dónde soy ahora?...
Ya ni los árboles le pertenecen a las aves, ni el agua a las
cascadas...
Soy la poesía que llora desde adentro ante esta mascarada. ¡Dios
ayúdanos! no sabemos por quién votar, tenemos las esperanzas quebradas como un
vaso de cristal.
Negocian la vida, vienen por las tripas de mi madre, le
arrancan el alma sin piedad y destruyen la belleza de los páramos.
Vienen arropados hasta los pies, pero hay otros desnudos que
no disimulan, dicen que para “ayudar al pueblo”, pero la ambición los corroe
como el comején a la madera seca.
Santurbán es un sitio sagrado, el agua le pertenece al
mundo, a los animales, a las plantas, ¿después, cuando vengan con sus dragones
y sus leyes consentidas, quién nos protegerá de la demencia que abarca el poder
y en él se queda?
¿Por quién hemos de votar si no creemos en nadie? La
confianza ha sido burlada, y entretienen a la gente con tonterías, para que
nadie ocupe el pensamiento en lo que vale y ellos poder trabajar a sus anchas,
como si le arrancaran la miel a las amapolas y mataran a la juventud
lentamente.
¿Quién desea jóvenes felices, quién añora juventudes
inteligentes?, que seamos ovejas para que puedan esquilar hasta los
pensamientos, así ellos pueden abarcar y abarcar, porque creen que serán
eternos.
Alguna vez voté por ti, y otra vez lo hice de nuevo, ahora
soy la nieve en la montaña, lo he visto todo, pero el cambio no se ve, sólo se
crecen los ambiciosos que desean comer y comer y nada es suficiente, porque la
ambición es la maldición que pasa de generación en generación, tomando hasta la
vida de los inocentes y pisoteando los anhelos de los pobres.
¡Dios mío, ayúdanos!, ellos tienen armas y poder, y muchas
veces quienes debieran protegernos nos acosan y siguen sus leyes perversas,
nosotros somos los pájaros que tratan de volar, pero en el vuelo se cansan,
pues los árboles caen y las tumbas se abren cada día más y más.
Esto será un legado a la muerte, a la vergüenza, si nadie
detiene la demencia del ambicioso y pone un freno a esa serpiente con alas que
abarca la tierra y nos devora con ella.
¿Después de Santurbán qué viene?
Raquel Rueda Bohórquez
15 11 17
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