LIBRO VIEJO
¿Desean preparar "ariquipe" como las abuelitas que
no pasaron la receta?, pues bien, la historia inicia así: 16 años llegando a
los 17, trabajaba como secretaria de un gran abogado de Bucaramanga que se
llamaba Alberto, pero como era tan importante, olvidé su apellido. Pues bien,
él iba y venía y me dejaba sola en la oficina con un arrume de libros y una
biblioteca tan enorme, que el tipo jamás pasó una hoja.
Cierto día me entretuve en nada más y menos que en un libro
de cocina que me dijo perteneció a su abuela y me dice: Si le gusta algún libro
de esos, ¡agárrelo mija!, yo no tengo tiempo para más, y así fue como terminó
éste libro en mis manos, no quise otro, todos eran temas que no me interesaban,
códigos y reglas y por alguna razón, tiempo después, decidió compartir la
oficina con un tonto engreído que se las picaba de locutor y pasaba horas y
horas haciendo muecas a un espejo, era de apellido Murillo, pero de resentida
le grité una vez en la calle: ¡Murillito!, pues sí, este bagazo aprovechado me
quería como su mandadera y quien pagaba mi sueldo que era una miseria era el
viejo Alberto, pero el tipo se tomó todas las atribuciones y no quise obedecer
sus órdenes porque simplemente no era su empleada, entonces habló hasta por los
codos de mí, y se tomó la atribución de consignar mi sueldo en un juzgado
mientras el "doctorazo" ni se enteraba de lo que estaba haciendo. Me
cerró la puerta de la oficina y me sacó como a un perro sarnoso de ahí, pero
con mis zapatillas sonando y el corazón ardiendo, terminé en la oficina del
juzgado reclamando los tres pesos, sin saber a quién acudir para que me
favoreciera. Años después, inicié a trabajar en un banco y llegó a la oficina
el famoso abogado, sentí emoción y lo llamé por su nombre, pero ante mi
sorpresa, se hizo que no me conocía, y después del rollo, me cayó bien gordo,
era otro hipócrita engreído que le gustaba que lo llamaran Doctor, pero no
tenía don de gentes sino cuando le convenía, el típico orgulloso de los que
tanto abundan por ahí y no es la primera vez que me ocurre, me dan pena esas
personas que por un título ignoran a la gente de verdad. ¿Me las creo? Lo
cierto y punto seguido, es que mi libro terminó en manos de otras personas,
pero lo recuperé con alegría y ahora comparto la receta a todos ustedes. Tal
vez me anime a compartir otras, el libro no tiene título, le arrancaron la
portada, pero cada quien conoce sus cosas, había dejado unos escritos hechos en
la misma oficina dentro de él. ¡¡Mío, mío como tu amor!!
ARIQUIPE
2 litros de leche (entera)
1/4 de cucharadita de bicarbonato
1 libra de azúcar
1 tris de sal
Se ponen todos los ingredientes juntos al fuego. Cuando ya
empiece a espesar se revuelve constantemente hasta que se vea el fondo de la
paila.
¡Demasiado sencillo para ser verdad!
Copiado tal cual y que lo disfruten.
Raquel Rueda Bohórquez
20 11 17
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