SUEÑO 131017
Hace calor intenso, converso con mi hija y terminamos
llorando las dos, por aquello tan raro que le asiste al hombre que se llama
“envidia”, de la gente que siempre busca la manera de colocar rocas en el
camino, y del trabajo que la tiene cansada, de la mala leche como dicen por
ahí, de algunos seres humanos que siempre se empeñan en dañar la imagen, el
trabajo, la obra, la sonrisa de otros, sin motivo alguno.
Una compañera de trabajo se convierte en alguien perverso,
se dispone siempre a dañar esa manera suya de ser, sencilla, activa,
espontánea, y cada vez que tiene ocasión ríe de ella en medio de todos: ¿ese es
su novio?, ¡tan elegante para una cara tan grasienta!, ¡oh Dios, menos mal no
lo gritó delante de él!, y luego como una gata, lo lleva delante de todos y lo
presenta como el novio de Caro, ¡qué les parece!, y se aleja con sus
movimientos zalameros y una sonrisa malvada en el rostro, mientras va calando
en el corazón de mi niña, dañando poco a poco su ánimo y deseos de continuar.
Nos abrazamos y nos fuimos a navegar, ella se alejó de mí,
cada tanto despertaba por la sed que siempre tengo, y creo que puede ser algo a
lo que no le he prestado la debida atención, y regreso por el camino viejo, en
tal sendero no existe más nadie que las dos jugando en la cama, pero es una
pequeña niña, con esa misma bata de muñequitos y tremendo peguete que no me
dejaba limpiar, pero sí metía su diminuta mano y comía su propio excremento,
con tantas ganas, que pensé que tenía mucha hambre, pero que la vida le
devolvería cada lágrima, con la suerte que la esperaba en el camino. ¡Claro que
sí!, escuché la voz rotunda, esa que sólo el alma puede divulgar y esa voz con
manos, acarició mi rostro.
Dormí en otro sueño mayor, con esa energía que dibuja
sonrisas en caras sin figura y cuerpo sin huesos. El sonido de la puerta me
trajo de nuevo a la realidad, pero ahora que pienso, la chica nueva ocupa el
apartamento, no pudo ser otra persona, pues el destino trabaja a su antojo sin
darnos cuenta, y otros afanes despiertan en el árbol, sus hojas caen, ya
estamos a octubre 14, el verso del sol se empeña y Dios llena mis ojos de
paisajes.
Él es el único paisaje que me hace sonreír con todo lo que
contiene, con la música del grillo, con el silencio de las hormigas, con el
movimiento frenético del colibrí que atesora para mis ojos, algo más que una
mágica oración de agradecimiento, por los dedos que se duermen al escribir, por
la tarea de reconocer, que el ser humano lleva perversión dentro de sí, que
daña a otros, pero que el aprendizaje apenas comienza, los perros se juntan a
mis pies y se abrazan con los gatos, hoy tuve la fortuna de ver a Gaby jugando
con la lora, ¿esto qué es?, nos enseñan la tarea mágica del amor y todo se
resuelve en medio de otra mañana, con nuevas y frescas inquietudes entre las
hojas.
Camilo cumple años, ¡cómo pasa el tiempo!, ¡qué rápido
envejecemos!, este es el real sueño: La vida, ¿por qué la desperdiciamos
dañando a otros? El infierno espera a quien le toque, sin importar los rosarios
que lleve sobre los hombros.
Raquel Rueda Bohórquez
14 10 17
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