COSAS DE UN DÍA (57)
Anoche estaba con la depresión tope, agotada de tanto
trabajo y poca ayuda, recordando los años y los meses donde el amor parecía
estar ausente, y más me cansaba en bregar a sostener en el viento mi cometa.
¿Es posible que no me pueda sentir así a veces?, no puedo
colocar una sonrisa donde hay pena, pero al despertar rogué porque ella
regresara y corrí al vaso de noche, la tomé y sonreí de nuevo no para todos,
sino para mi espejo, que me acepta tal como soy, y no me juzga ni me lanza
ofensas con severidad.
El día está húmedo y lluvioso…, creo que anoche hubo
tragedias porque los vientos huracanados corrieron hacia Casa Vieja. Me han
contado que ese sector fue tocado con fuerza y esto es para que vivamos el día
a día, el segundo a segundo con pasión de la buena.
El joven se inquieta por trabajo que cada vez parece más
lejano, volvimos a la época de la esclavitud consentida y disimulada, a creer
que los seres humanos son máquinas, y entonces terminamos reemplazándolos por
ellas. Hay demasiada inquietud porque se estudia mucho, pero las oportunidades
escasean, en esto me inquieto y viene otra queja, y otra, y ya no puedo
soportar más; algo me invita al rincón del llanto, pero no puedo llorar, no
puedo gritar; entonces es como si un candado cerrara mi boca, escucho los
gritos, los insultos, y una rara sensación me golpea el rostro.
Pienso a veces, que la muerte ha de ser muy dulce, pero me
sacudo un tanto, no puedo pensar en lo que todavía no me toca y regresa la
lluvia, vuelven los rayos a inquietar, se impone el miedo, hace temblar la
carne; busco la biblia como siempre y encuentro sin buscar una oración
maravillosa.
Las brisas cesan y la lluvia se aleja; un sentimiento de paz
vuelve a tocarme y desaparezco del mundo, hasta que el sol besa la ventana
ausente y el chirrío, que reemplazó el canto del mirlo, toma el gajo prestado y
canta con fervor, enseñándome a vivir el momento.
Raquel Rueda Bohórquez
01 08 17
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