Volvemos a la
tierra.
En este lugar yace
un amor,
Pero su alma es la
flor que lo resucita.
22 SEPTIEMBRE 2016/A mi perro Frank (14)
No está pasando
más que la brisa de septiembre,
Y en éste corto
instante entre vivir o morir,
Más te estoy
queriendo.
Varios días en la lucha por la vida de mi perrito Frank, el
Yorkhire con quien inicié la cría de ésta raza, pero me sentía muy
agotada, como éste segundo en que me
ahoga el humo de una chimenea, es insoportable, duele la garganta, si no es por
un asunto es por el otro, los gritos a los niños, el desespero por sobrevivir y
la angustia que no permite acertar en nada, menos en un tratamiento que sirva,
pero si las cosas son para ya, nada detiene a la muerte, ni porque coloquemos
migajas de vida en la boca, pues todas esas partículas serán vomitadas sin
clemencia.
Esa mirada tan triste y dulce a la vez, me recuerda a un
bebé, y entonces lo tomé en mis brazos y lo acuné como a un niño, sus gemidos
tocaron mi corazón, en tanto su cabeza
se ajustaba contra mi pecho, esto me recordaba a mi madre, así quería ella
estar, abrazada, tal vez sentía mucho frío y su cabeza la colocaba igual que
Frank, ¿qué diferencia hay?, jamás olvidaré esos gritos de alguien cuando un
carro pasó por sobre Kuky, una perrita que me regalaron, y mi impotencia,
estaba muy joven, jamás había pensado en la muerte tan seriamente como
ahora, en medio de mi llanto y tristeza
sólo escuchaba: ¡no llore por un perro,
guarde esas lágrimas para mí!, y no lloré por esa persona como lloro por mis perros,
es que ellos me han acompañado con inmenso fervor y amor, además jamás me han censurado nada, siempre
estuvieron a mis pies como si fuera una diosa y ellos mis esclavos.
Con un gesto de su cabeza rechazando el alimento, me gritaba
en su silencio: ¡Ya por favor, no deseo vivir! Así lo comprendí anoche, le
hablé al oído y su mirada más abierta y brillante me confirmó que lo dejara
tranquilo, sólo me levantaba a darle suero, rogué a Dios para que se lo llevara
en un sueño, que no sufriera más, y los gritos de mi hija que jamás me
despierta pues vive en el segundo piso, me alertaron que la vida se había ido
en medio de rejas oxidadas, y la paz que llega luego, después de tanto
desespero, cerré su boca por donde se escapó el alma y cerré sus párpados, sus ojos ya no veían
nada, no tenían por qué estar abiertos.
Decidí ir a la parcela que está un poco alejada y con
Olguita alisté viaje, lo envolví bien en una manta, periódicos y una bolsa
negra y lo llevé dentro del bolso, ¿quién podría sospechar que ahí llevaba un
perro muerto? En el mismo bolso intenté guardar unas galletas y vianda, pero en
medio de carcajadas, mi hermana me las arrebató con ésta frase: ¡No joda, usted
tiene es huevo!
El joven flaco y su esposa de escasos dientes pero con una
sonrisa permanente, salieron corriendo a recibirnos, pero jamás antes que los
perros, ellos forman la algarabía y adivinan lo que llevo dentro del bolso, se
acercan y luego se alejan en silencio, mientras se abre un hueco en la tierra,
cerca de la virgen pequeña y dejo un planta que siempre estará con flores, es
un sencillo homenaje: todo ha de volver a la tierra, su alma seguirá rondando
por aquí, así lo siento cuando veo las imágenes de los que se han ido, asomando
en las sombras de la puerta de madera de mi alcoba.
Luego de una pesadilla con muchos perros grandes y negros
donde corría con desespero pero ellos nada me hacían, más en medio de cloacas
habitadas por hombres seguía corriendo con la jauría, nos prometimos que algún
día en el cielo de los perros nos encontraríamos, me sentiría mejor con ellos,
porque ellos jamás me traicionaron, no hubo mentira, sus miradas delataron su
amor y con ese afecto puro me quedé.
Llovió mucho anoche, Sacha estuvo a su lado y todas sus
amantes y sus hijas, ellas lo intuyeron primero que yo, y aceptaron su destino,
pero manifestaron que también les duele la partida de un ser amado.
¡Descansa en Paz Frank!, hasta ese día en que la muerte
venga con su ramo de flores y adorne mi carne para entregarla otra vez a la
tierra, para que el alma retoce de felicidad junto a todo lo amado.
Raquel Rueda Bohórquez
2 9 16
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