ESCUCHANDO A BIZET (44)
Hola amor, escucho Bizet, "Je crois entendre
encore", tal vez sea un motivo para hablar contigo, aunque escasas me has
dirigido. Como ayer, imagino que entre tus fotografías vienen mensajes para mí,
lo sigo soñando.
Por aquí no acepto caricias de nadie, la carne se cansa sin
amor y el interior continúa lleno de ti, aunque digamos que el diablo es
puerco, no sé la razón, pero soy fiel a este sentimiento raro que nos junta y
nos separa con un día y una noche.
Siempre que voy al mar, imagino que estás por ahí, observo a
la distancia volar las gaviotas y con ellas envío pequeños mensajes de amor
para ti.
Todo se ve azul, pero a veces la profundidad se crece con un
aguacero y las aguas cambian de color, mis pies tocan sus heladas corrientes y
lo sé, arriba todo es tibio, pero abajo, ese frío mezcla todos los sabores y
junta versos con lágrimas; ahí descubro la sal de la vida, nos juntamos en el
poema pálido de una gota de rocío para luego ser pequeños granos de arena, que
el tiempo vuelve blanca, para dar sabor a los sueños.
En una esquina está la barca pequeña, me abrazo a ti, mi
corazón se junta con el tuyo y somos campanas de navidad.
Despierto y a lo lejos te adivino, te has ido en un
parpadeo, pero sigo pensando en ti y estás de nuevo en éste pequeño corazón
lleno de inquietud y zozobra.
Desde que estás, la vida ha tornado sus colores a mi rostro,
no importa cuánto duelan a veces los desaires, dejo que resbalen, que pasen y
se desvanezcan, porque aprendí de la indiferencia que duele más que el peor de
los castigos, por tal razón, no volteo la vista hacia donde la traición me tocó
profundo.
Mi tren se va, y con él se va el amor, más puedo seguir
tocando letras para que estés en ellas, inventar que mañana tomarás un boleto y
otro poema nacerá.
Persigo en el viento tu aroma, sonríes, lo sé...
El pincel se desliza, pintas mi boca en una margarita y en
su corazón dibujas mi sonrisa junto a ti.
El vendaval sacude mi vestido rojo, ¿lo has visto?, me creo
joven, la vejez jamás será dueña de mi espíritu, porque tú me has traído un
tanto de felicidad negada y ahora bailo contigo; es una melodía que se alarga
cada día, nos damos vueltas, el mundo gira y gira y nosotros estamos en el
centro.
Vi lo que divide al mundo y no es un muro, es la ambición,
algún día nos untaron de eso, otro día despejó el sol y vimos el arco iris y
jamás volvimos la mirada atrás.
Raquel Rueda Bohórquez
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