viernes, 8 de julio de 2016

KEVIN Y FERNANDO (25)

KEVIN Y FERNANDO (25)

Mi hijo acaba de partir con sus ganas, el morral lleno de sueños y dos viejas guitarras...
Que Dios los lleve hacia esos caminos que buscan, hacia esos aprendizajes que desean.

Se han crecido mis pollitos y con éste crecimiento viene la aceptación de su vuelo. No podré protegerlos sino con oración, de esas espinas que tocarán sus pies, pero también la certeza de que un ángel estará en sus caminos.

No se han ido tan lejos, muchos viajes a los que jamás fue invitado, y si lo invitaban, al final terminaba en su alcoba llorando porque alguien más aparecía a ocupar su lugar. Mi consejo era que no le tocaba a él, ya llegaría su oportunidad de salir a volar con sus propias alas que se crecerían en ese caminar, y ahora se va a recorrer caminos con los bolsillos rotos y el alma llena de melodías.

Su amigo es un joven místico a quien no le importa el traje exterior, más lo hace mover  la guitarra y su voz, que cada día mejora, pues estudia en la universidad con el dinero que recauda cantando en cualquier esquina, para mí es un gran ejemplo y prefiero que mi hijo camine con él que con gente vanidosa de quien puede aprender mañas, aunque me ha dicho que de vez en cuando se “meten” un toque de marihuana,  y recuerdo a mucha gente que por fuera parece decente pero que los toques que se meten son venenosos, es un veneno blanco que le roban a las flores, hasta ahí que Dios proteja a los muchachos, ya son mayores, siempre les aconsejo y todos tenemos la opción de escoger el camino, si queremos tragar mierda, pues la comemos con gusto, si queremos andar con gente malvada, nos ensuciamos completos, si deseamos ser jóvenes de bien impulsados hacia el bien, ¿qué otra cosa puede ser mayor a la música?

Cuando estudiaba abogacía, cierto día llegó muy inquieto, les hablaron de proteger a quien fuera. El abogado tenía la obligación de salvar de la cárcel al peor bandido, asesino de niños, violador, para eso estudiaban, a lo que él no estaba dispuesto, y entonces me enfrentó: Madre, quiero tu consejo, la clase de hoy me tiene muy perturbado, no quiero estudiar para favorecer a ningún bandido, quería estudiar para que los delincuentes y violadores fueran a la cárcel, pero si debo aprender a trabajar con Dios y con el diablo, prefiero dejar la carrera, porque no deseo hacer daño a nadie, quiero una carrera donde pueda dar felicidad a la gente y la única opción que tengo es la música.

No tuve que pensar mucho, sólo vi su mirada brillante, esa que mi madre le dio antes de morir con infinito amor y me di cuenta que él tenía toda la razón, no me opuse a su decisión. Sus ganas eran visibles cada vez que se reunía con sus amigos a inventar sonidos y componer canciones. Le dije entonces que hiciera de cuenta que era una hoja, que escuchara al viento, a esa voz que salía de ahí y se dejara guiar de ella, pero que nada de porquerías, porque también éste medio suele ir empañado por el vicio y “gente rara” que está detrás de ellos para ensuciar todo lo bueno que desean transmitir, su tío Pedro fue un gran apoyo que él jamás olvidará.

Me dio un gran abrazo: ¡Gracias madre por comprenderme!, el mismo que me dio ahora que se fue con su amigo, quiere conocer el bosque, la montaña; lo de ermitaño que lleva en su sangre viene de la familia Bohórquez.

Me quedé en la puerta viéndolos con su morral y sus ilusiones, hasta que desaparecieron.

Ruego porque cada día el ángel de los sueños los proteja en sus caminos y que muchas personas buenas estén en ellos, que nadie los censure porque llevan el cabello largo y los zapatos rotos, a veces andan tan distraídos que olvidan el exterior, pues el interior de por sí está lleno de belleza.

¡Dios te guarde hijo, la virgen bonita te proteja Fernando, que lleguen hasta donde Él decida!, ni siquiera llevan una cámara, lo que vean lo guardarán en su corazón, ahí quedarán esos tesoros y éste primer viaje en libertad.

Raquel Rueda Bohórquez
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