¿CÓMO VEO AL OTRO? (18)
El mundo con todos sus matices: el negro, blanco, amarillo,
dorado; ¿qué fuera del paraíso sin sus colores?
El hombre ha sido responsable de todas las estupideces que
existen, pero también de muchos aciertos que han mejorado nuestra vida, pero
hay algo que es preocupante y es la manera como vemos al otro, a esa persona
que vive cerca o lejos de nosotros, a quien pasa por nuestro lado, al que barre
la puerta de nuestra casa, a quien recoge la inmundicia cuando las cañerías se
tapan, a ese chico que va con los calzones rotos, como sus esperanzas, y muchas
inquietudes en su cabeza.
Desde niña he visto muchas cosas, todas se han quedado
grabadas y a veces afloran; recuerdo a mis hermanos uno a uno, sus actitudes, aciertos
y desaciertos, para en medio de todo, saber que cada uno de nosotros poseemos
un espíritu parecido pero jamás igual, aunque nos inculquen valores desde
niños, muchos siempre escogen el camino equivocado. Mis hermanos siempre nos
respetaron, pero se pasaron en protegernos porque no permitieron el amor en
nuestras vidas, para ellos todos los chicos eran malos y siempre querían
hacernos algún daño, esto nos marcó mucho, pues a veces se imponían con
maltrato físico y verbal. Si estamos jóvenes y en crecimiento, éstas barreras nos
fueron partiendo el corazón.
Muchas veces reí de otros, siendo niña, pero también me
sentí mal por ello, luego regañaba a otros y así fui creciendo, aprendiendo a
respetar las diferencias. Me gustaba la
soledad, me escondía a leer libros que me ocultaba Dorita porque no podía
descansar, no quería dormir, deseaba llegar hasta su final.
Nunca me interesé por temas sexuales, por hechos que me
ocurrieron siendo muy niña, era un bloqueo hacia este tema, una oscuridad que
me aterraba, un miedo a los viejos solitarios, un pavor a lo desconocido, y de
ahí vino mi timidez o un miedo oculto hacia el otro, ese ser raro que nos
miraba con morbo y nos perseguía en la calle, deseaban tocar, se masturbaban
delante nuestro, con experiencias dolorosas que se quedaron ahí para siempre,
una luz apagada era un terror que todavía siento.
No maduré respecto a los miedos, y muy tarde le conté a mi
padre, una niña de 5 años no sabe cómo expresarse, pero sus malos recuerdos se
quedan ahí, la actitud de mi viejo
después de que un día en charla de amigos, le conté, fue de mucha ira y
dolor, no hacia mí, sino hacia lo que no pudo hacer, hacia esos momentos negros
donde él no pudo ser luz porque estaba ocupado trabajando, trayendo el alimento
para tantos buches que tenía por mantener, y mi vieja terminaba agotada, en
tanto el depredador siempre está alerta, jamás duerme, es como un demonio con
los ojos brillantes y saltones que nos aterroriza y enmudece, esa persona que
tenía vicios y que él siempre acogió, pero el momento no está para nombres, el
segundo está para perdón y olvido.
Había otro miedo enorme y era el de “comunicar”, porque no
sabía la manera de hacerlo, de aquí que es importante que tengamos esa
desconfianza, que desde niños nos inculquen miedo o temor hacia ciertas actitudes
de otros y nos enseñen a sospechar,
¿pero quién sospecha cuando está dormido?, mis viejos lo hacían, pero creían
que sus niños estaban protegidos, que toda la gente que estaba a nuestro
alrededor era buena, cuando no era así, hay que tener cuidado siempre, pero el
cansancio es la oportunidad que el demonio escoge y prefiere a los niños muy
pequeños porque imaginan que ellos olvidan los detalles, pero se equivocan,
porque todos están ahí y llegará el momento de sacar eso que tanto dolor nos
causó.
¿Cómo veo al otro?, no puedo odiar, he dicho que todo se ha
ido, no tengo odio por las personas que me han pisoteado y robado mis sueños,
no soy la víctima, eso me gritaba alguien; soy la flor que se creció en un
bosque muy espinoso, pero que a pesar de todo se le brindó tanto amor, que pudo
más el cariño que el cultivo de espinas.
Amo todo lo que mis ojos ven, las melodías que van y vienen;
amo a los chicos que buscan una guitarra y un libro, me gustan los muchachos
que salen a caminar y a disfrutar del paisaje, pero tengo desconfianza de
aquéllos que jamás disfrutan viendo una flor y que maltratan a un animal; son
potenciales asesinos, son depredadores en potencia, toca poner mucho cuidado
desde niños a sus actuares, porque estaremos criando seres malvados en medio de
un rosal, esas personas son amargadas y resentidas, y su odio siempre se
volcará hacia el más débil e inocente.
Somos gente que discrimina a otra gente por el traje, por
sus zapatos rotos, por su derecho a elegir a quien amar; censuramos a quien es
pobre porque lo es, censuramos al rico que fue pobre y al pobre que de un
momento a otro es rico, al negro, al blanco, a la joven radiante y hermosa,
porque así somos, seres no tan humanos, nos reímos del feo, del cojo, hacemos
mofa del niño especial y lanzamos nuestras espadas, esto lo vivimos con German
en Zapatoca, la gente tiene que educarse, sembrar valores, regañar cuando algo
no está bien, sacudir los zapatos y continuar, esto fue lo que hicieron mis
padres cuando decidieron agarrar los motetes y cambiar de rumbo a pesar de lo
bello de éstas tierras.
En mi recorrido he conocido a los animales, los amo, amo la
naturaleza y veo a Dios en ella; nadie más que mis padres y mis mascotas me han
dado tanto cariño. No soy una parte rara de este universo que empeora cada día
y se destruye por culpa del hombre y su ambición, porque sé que miles de seres
humanos son buenos y desean cambiar.
En medio de tanta desigualdad e injusticia he conocido a
grandes seres humanos, nada tiene que ver la riqueza o la pobreza con la
maldad, porque es algo que llevamos dentro o se alimenta, nadie puede cambiar
la mentalidad de un asesino en potencia ni de un depredador, porque lo lleva en
su espíritu y algo lo impulsó a que su maldad creciera; no sé de qué manera
explicar, hay muchos que han estado presos, todos conocemos grandes casos,
ellos salen a buscar niños, y el mundo a veces señala a quien juega al sexo,
más el violador es otro cuento, violador de ideas, ladrón de sueños, verdaderos
demonios disfrazados que deambulan con rostros de inocentes viejos, o de
jóvenes apuestos y educados, pero llevamos a la cárcel a seres que jamás fueron
lo que otro se inventó.
Depuro la rabia y el resentimiento y lo cambio por una
sonrisa, porque no hay tiempo para odiar, el odio nos enferma, nos mata, jamás
es tarde para dar un abrazo y olvidar.
Hoy es el día de abrir la ventana, de ver que el sol
continúa ahí y que la noche puede ser la sorpresa más encendida en estrellas
que jamás habíamos adivinado.
Debemos perdonar y apartarnos del lugar oscuro, porque quien
nos odia sin razón, tiene una espina más dolorosa por dentro, que está
envenenada y lo matará lentamente.
Hoy es el día de anunciar con un abrazo: “Yo también te
quiero”.
Raquel Rueda Bohórquez
12 7 16
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