jueves, 9 de junio de 2016

NOTA DE MAMI (47)

NOTA DE MAMI (47)

“Para el que tenga alma de poeta,
Lo amo, donde quiera que esté”

Estoy leyendo la página 78 de un libro de poesía y prosa de José Asunción Silva, libro que me regalara mi madre cierto día, en que decidió que ya estaba bueno, y que entregaría sus recuerdos a quienes en verdad los amaran y protegieran,  y tuve la fortuna de recibirlo de sus manos. Al abrir en esa página encuentro su nota; fue un sentimiento grande, sentí que lo había escrito para mí, y fue en este día, después de 4 años de su partida, en que su nota al fin llegaría a mis manos un 9 de junio de 2016.

Estas palabras tan suyas, saber que las escribió en cierto momento y que serían para mí como una joya, causaron gran impresión; fue como si un colibrí asomara a mi corazón, y él mismo fuera una flor abierta palpitando de amor.

Por primera vez me sentí poeta, ella me lo decía siempre, es una palabra muy grande para alguien tan simple como yo, pero salido de su corazón lo creí, pues las dos compartíamos un especial gusto por la poesía y la prosa, debido a la gran sensibilidad que nos juntaba y que nos unía como amigas, tanto como madre e hija. Creo que llorábamos los mismos llantos y sentíamos los mismos dolores ajenos y los aromas que perfumaban en el viento.

Aprovechando días sin Internet, todo se daña, es una ruina vieja que toca mi espalda, un eslabón que anida en el pecho y que lo abre de vez en cuando. Sacudo el polvo de todos esos libros sin lector, no quiero regalar nada, espero unos ojos se pasen por ahí; pero entre todos, hallé lo perdido y entre lo perdido te hallé a ti.

Tu amor es la gota de rocío del instante, es el palpitar eterno donde se cubren las hojas con invierno y la nevisca anuncia besos blancos sobre los árboles, en tanto una colcha se forma con mágico destello pálido, arropando los sueños, en medio de paredes que se escriben con llanto y se leen con un ahogo que apresa la garganta.

Eres el río que motivó mi vida desde tu manantial, sin ti no podría encontrar un camino, sin importar los filos y las rocas, siempre estarás ahí brotando por mis ojos, ante el dulce recuerdo de tu estampa.

Quedó un cierto frío en mi hogar, eras la llave que abría toda puerta, los brazos que siempre estaban de par en par, y ahora que no estás, escucho gritos afuera y adentro, de gentes que vienen y van con sus hambres a cuestas.

Ahí, en medio de la lluvia de la tarde, pasa el mismo vendedor rompiendo el silencio y quebrando la melodía de Cortázar.

¡Que se vuelva liviano su peso!, que no falten las manos que aligeren su carga, para verlo luego con esa mirada extendida y su paso veloz,  con una medio sonrisa en el rostro, y una media lágrima asomada con todo el esplendor, confundido entre el aguacero y el sol que asoma, con el gran arco de colores queriendo arropar una inexistente montaña.

¡La patilla, la papaya, mandarina, los pomelos, los melones, las naranjas! Todo un grito que no puedo escribir porque hasta aquí faltan los signos de admiración. Después de todo, hubo tiempo para bajar y subir con la misma carga, y hubo espacio para descansar y tomar un café caliente, en tanto la lluvia continuaba con ahínco llorando desde adentro.

Vuelvo a leer tu nota, la sensación de que era para mí, regresa; el saber que estarás en medio del silencio de otro día y la quietud de la noche, ha quitado en un instante ese gran deseo de correr que ahora pesa y tuerce las rodillas, por ese raro envejecer antes de tiempo.

Llegará el día en que deba frenar y los brazos estarán reunidos con otros. Espero reconocer siempre tu olor, tus vacíos y distancias, que algún día no serán ni un punto en el recuerdo, porque ya estaremos juntas en el mismo remolino de viento que alguna vez te alejó de mí y los alejó a ellos hacia el lugar donde se fabrica el alma y se entrega a la pasión de la carne que luego la arropa y bendice a besos y leche tibia.

Ese día estará el sol tendido sobre la playa, hará morisquetas doradas, cual si bailara cumbia y merecumbé entre las olas; luego nos dejaremos caer, para admirar más allá de este mundo, que las nubes continuarán volando sin alas y caminando sin pies, y veremos aves que forman imágenes en su vuelo. Los días despejarán esas turbulencias, y al despejar, veremos más cielo infinito y azul, mojado de luz de estrellas y besado de vientos nuevos y frescos.

Todo lo perseguido se esfuma, dejaré al tiempo la cumbre de mis sueños y en ellos estarás siempre, ¡por siempre!, porque el mismo viento mueve tus alas y moverá las mías, así, invisible y generoso nos unirá otra vez, para conversar de cosas simples y sencillas, que son al fin y al cabo las verdaderas alegrías de la vida, y lo serán después, porque lo vano se perderá cual cenizas entre las aguas.

Mi yo poeta, ha nacido hoy, gracias a esa nota llena de amor que dejaste para mí.

Raquel Rueda Bohórquez  
9 6 16







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