ESCUCHA (13)
¡Ay vida! si supieras cuánto te amo, jamás me matarías…
Escucha... la tarde será tormenta y la noche vendaval,
porque estás aquí ahora, en el instante del rocío en la ventana y en el momento
del sol de la mañana...
Si nada mueve tu corazón, entonces vete al rincón de las
miserias y mira cómo sabe a bueno la basura. Las ancianas buscan un mendrugo y
los niños se cobijan en sus faldas raídas, con los ojos enormes, ¡parecen soles
al mediodía!
Escucha el ruido de las hojas en la madrugada, hasta el sol
hace ruido y acecha el dolor en casa, mi perrita Andrea me ve como si fuera su
doctor, y el doctor adivinó su dolor, pero continúa, ha de ser que la vida es
pura aflicción entre las carreras por comer y los juegos, que se acaban ante la
desdicha de un raro padecer que no conversa con la verdad.
Observa mis pasos, es de noche, son las 8.37; a ésta hora
hay doctores que nos dejan sin la comida del mes, porque sólo saben cobrar en
vez de ayudar, pero hay una razón que se grita: ¡para eso se estudia en este
país, para hacer dinero, para ser ricos luego con el dolor de otros!
¿En qué lugar ha quedado la misión de amor a la que nos
trajeron a éste palacio de tristezas?, más veo el paisaje, las luces que
parecen luciérnagas en el cielo, la luna que asombra por su intensidad,
pareciendo un sol desteñido entre tanta nube gris.
Estoy orando por la pequeña, si amanece…, y sucederá, la
llevaré de nuevo al doctor, ¿qué otra cosa puedo hacer más que esperar?,
entonces pienso en la gente que hace cola para que los atiendan en los
hospitales y en los gritos y malos tratos, en esas idas y venidas de mujeres
embarazadas, en esa niña que sacaron de a trocitos, y recuerdo que ese día
estaba con la esposa de mi sobrino, ¡pobrecita madre!, ¡estaba tan ilusionada!,
traía todo el morral con los trajecitos pequeños y los escarpines, para que su
tesoro no se arañara el rostro, y ahora, ¡está herida!, más herida del alma que
del cuerpo, al ver que la espera fue un gran fracaso y que de nuevo la muerte
acertó en medio de tanta vida.
La otra niña se paseaba con su bebé muerto en el vientre,
¡no está lista todavía!, y el bebé ansiando conocer de éste mundo se quedó en
medio de un tibio lago con una madre que lloraba sus ausentes llantos, y sus
pequeñas manos retozando entre las flores negras de un pecho que jamás se
llovió en miel blanca para esa boquita de granate.
¡Vida!, ¡cuánto te amo y cuánto te odio!, así fue, ésta
semana hubo demasiada historia, la Pelúa me contó de su vecino de 19 años,
¿acabar con la preciosa vida por una novia?, ¡vaya pelado tan pendejo!, y sí,
ahí colgado del cuello, lo encontró la madre que se acababa de despedir de su
muchacho con un beso.
No importa lo que tengamos que sufrir, la vida es un don
maravilloso, pero el dolor a veces nos hace pensar en la muerte, ¡perdóname
Señor!, soy algo tan pequeño, tan débil y tan simple, que a pesar de la edad,
continuamos siendo niños asustados, nos aterra la muerte y nos angustia la vida
por el posible dolor en el camino, pues los cardos están regados y las espinas
nacen desde adentro junto a las flores más bellas y coloridas.
Raquel Rueda Bohórquez
25 6 16
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