ESE DÍA (30)
Ese instante del poniente sol
En el descanso de una montaña
Arropando con su magia a un árbol
Tocando con su amor mi estancia.
Ese día de tardes arenosas
El fuego se repitió en la mirada;
Se acariciaron los dedos en reposo
Y el mar se volvió una marejada.
Ese día de tu boca abierta,
La miel del mundo se derritió en ella;
Un vértigo de lluvias decembrinas
Fulguraron de amor con las estrellas.
Ese día de tu lengua callejera
Anidando en el verbo de la sequía,
Derritió el alma que esperaba
A la tuya, dentro de la mía.
Raquel Rueda Bohórquez
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