LE FALTA UN GORRIÓN (75)
En este árbol hace falta un gorrión, ¡es verdad!, no hay
nieve, está lleno de frutos y esperanza, le da el sol de la mañana y lo besa el
de la tarde, tiene armado un corazón en mi esquina, para que cada día adivine
la soberbia del astro entre sus gajos.
Ha contado la historia de otras aves, ha sobrevivido a pesar
de todo. Siempre ruego porque no lo derriben como al de mi otro lado, pues ahí
venían cotorritos y el mirlo a canta, y con sus maromas sobre los frutos rojos,
me solía contentar.
Ha quedado un vacío, pero en éste árbol anidará alguna vez
un gorrión. Hace muchos años no veo uno, son la metáfora del amor y la
felicidad, se contentan con un pino frondoso o un rincón cercado de orquídeas,
y desde ahí, saltitos y saltitos dan, en medio de sus cantos pequeños que
alegran las mañanas y nos invitan a un abrazo, mirándonos a los ojos, atrapando
esas estrellas negadas en algún tiempo...
En este árbol estacionado en mi esquina, hace falta un
gorrión...
Quisiera un gorrión con ese mismo fuego tuyo, pero no para
las aves que pasan y pasan a tu lado, sino para mí, y verte cantar, sentirte
abrigar, bastaría con este fuego que al tuyo encendería, ¡pero sí!, a este
árbol le falta un gorrión...
Escuché que el gorrión le confesó con un trino a su
gorrioncilla, que sería bonito vivir dentro de ese pequeño árbol, ahí se
abrigarían, la brisa no sería tan fuerte porque las ramas soportarían su
embate, -ella sonrió-, ¿sabías que aparte de cantar, a veces ríen los pájaros?,
-le respondió un poco tímida, no sé cómo seas en verdad, pero me veo en tus
ojos, hay una sensación de ahogo, abro mis alas y deseo estés bajo ellas para
dormir éste invierno contigo y esperar el anuncio de la primavera.
Luego el gorrión se alejó y ella se quedó pensando: ¡qué
triste se ve éste árbol sin un gorrión!
Al árbol arropado de nieve, a ese le comunicó de su frío, y
a ese pequeño árbol le dijo que lo sentía lejano, cubrió un manto cual blanca
cabellera y el bosque se llenó de sueños.
Poco a poco, sin importar el tiempo, ya no tocaba sus
melodías, ya no sonaba sus canciones y serenatas, había un extraño vacío, una
sensación de irse en alguna bandada hacia otra estación, y la gorrioncilla no escucharía más su hermosa voz sencilla,
pareciendo el aroma de las orquídeas en medio de las tejas rojas que adornaban
el viejo balcón.
El silencio de los toques me grita que tu cantar ha
enmudecido para mí, entonces me aparto del ruido de tu bosque y dejo que canten
para ti el resto de aves.
Siempre esperaré a ese gorrión en mi árbol, ¡siempre deseé
que fueras tú!, pero la tempestad es acusadora y la nieve ha tomado ventaja en
mi pequeño árbol, sé que el verano se encargará, y estaré ahí esperándote en la
misma rama desnuda que dejaste de blanco, esperando por tu amor.
Raquel Rueda Bohórquez
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