SUEÑO EN VIDA (6)
O
puedo ser un álamo rojo, inmenso y cobijador.
Soy de la tierra,
No importa en qué sitio deje de vivir,
Pero quiero seguir existiendo en un bosque,
En una semilla...
Ya lloramos a nuestros muertos, realizamos su sepelio, ahora toca
retornar a vivir con más intensidad y amor los días que vienen.
A los seres que harán la tarea, o sea, que lleven mi cadáver a
buen término; les pido desde ahora que deseo ser abono para un árbol, en un
cementerio ecológico; y para mi alegría ya vi que en Colombia lo están
realizando, en Medellín, los paisas sí saben para qué nacieron.
Así como está el planeta, debe ser por ley, además no quiero
flores plásticas que jamás veré, las flores que me puedan dar las quiero
naturales y ahora, porque mañana no sé, esto de vivir tiene su coste, y una
sonrisa nueva para todos, mi chiqui amada recibió lo que merecía, estar con sus
amiguitos que la acompañaron en mi hogar desde que por fortuna me la trajeron,
hija de una perra muy famosa que se ha presentado por televisión en Estados
Unidos, a ella no le importó, pues su madre jamás vino a visitarla, pero
imagino que en su corazón siempre la guardó, no fue su culpa tampoco, y mi
hermana me contaba ayer de esa perrita, y que su dueña estaba muy triste porque
falleció hace unos días, entonces, como los caminos de Dios son perfectos, ha
de ser que quiso reunirlas en ese magnífico cielo de perritos a donde me
esperarán un día cualquiera, su nombre era Sheila.
Era una inquietud que compartía con mi madre, recuerdo que ella me
pidió que le colocara un vestido blanco, un crucifijo en sus manos y muchas
flores.
Ese día me conmovió demasiado, siempre llevé ese vestido blanco en
mi pensamiento, pero no pude realizar tal sueño. Recuerdo que le busqué un
trajecito rosado de blusa y pantalón que tenía un bonito bordado, y luego llegó
Myriam con una blusa blanca, entonces se la colocamos, advirtiendo que la
dejaran así.
Recordé el crucifijo y partí una porcelana que tenía en el altar y
lo coloqué en sus manos, con un rosario.
Ya en funeraria, la adornamos con las rosas que Jairo le llevó;
ella amaba las flores blancas; ese día sin saber, cumplimos en parte su pedido,
"quiero rosas blancas", además de que la dejaran en la tierra. Espero
que por dinero jamás piensen en sacarla de ahí.
A ella le decía que no me gustaban los cementerios, ni ese mundo
de flores plásticas y la gente gastando dinero para enriquecer a otros.
El dolor se debía llevar por dentro, en cambio, un árbol con
flores o frutos seria hermoso; luego ir a pasar el rato y recordar en medio de
una semilla o fruto, a nuestros seres amados, sin dañar la naturaleza, sí
abonando terreno, para que los árboles sigan cumpliendo con su maravillosa
tarea.
Quiero una vasija de barro grande, así como imagino las fabricaban
mis ancestros, estar sentada o acostada, esto sí lo dejo a quienes les toque
esa tarea, pero así, pareciendo una gran semilla, de 1.56 y 65 o 72 kilos de
abonos para un hermoso árbol, una acacia, o puede ser una gran bonga, o un
árbol que dure muchos años, que sus
semillas sean parte de mí y yo de ellas, ¡es un gran sueño!, así no moriría tan
pronto y perfumaría siempre, pues una de mis semillas se convertiría en miles
de árboles.
Jamás me incineren, ¡eso por favor no lo hagan!, nunca me ha
gustado y respeto que a otros les agrade, /sería un desperdicio de abono, ¿qué
tal que el alma sienta dolor?
¿Quién lo sabe?
Mi epitafio sería:
“Aquí yace una soñadora:
En verano muda sus hojas,
Y en primavera perfuma;
Pero su esencia es un poema
Que seguirá brotando en el bosque,
En medio de la espesura"
Raquel Rueda Bohórquez
30 3 16
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