REMENDANDO HERIDAS (27)
Pensar que la vida es un acíbar
Con agridulces sabores.
Son heridas que nos andan despacio.
Pero si al pasar el tiempo,
Si bendecidas somos
Con un calendario de muchas hojas;
Inician los remiendos en la carne,
Cremalleras que no se abrirán,
Pues en sus adentros habita un viejo dolor
Calando rosas, y urdiendo detalles con sus espinas.
Para una esquina, o un balcón enredado en cactus,
Nos prepara la vejez; que es una bendición para muchos,
Aunque a tantos, he visto rogar porque se acabe el pesar
Y duerma la noche con ellos,
En un edredón negro adornado de estrellas.
Con tan pocas flores,
Sonreiremos a pesar de todo,
Sintiendo que nuestro manantial se ha secado
Y camina resecos valles, /sin un buey para el arado
Ni una rosa en el altar.
Es aquí que inicia la danza de una silla,
Se vuelve amiga de tristezas y pequeñas alegrías.
Nos mojamos sin saber, y los recuerdos se enredan,
Sorbemos la sopa y mascamos el agua,
Porque todo se atora en la vieja garganta,
Y un tropiezo sin escalones, /fuera de sus jóvenes
miradas
Hacia afuera nos lanza.
¡Es la vida!, ¡agradezca vieja pendeja!/escuché hace
mucho a sus nietos
Y ella, se fue cierto día, sin haber tomado chocolate
espeso.
En esto, recuerdo: ¡Quiero cacao!, / ¡Mmmm otra vez!,
¡los viejos sí joden!
Pero nos jodimos el alma luego en arrepentimientos;
Pues la vida, es un antojo que cada día muere,
Y cada noche se los resucita en sus luceros.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 15/16
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