sábado, 16 de enero de 2016

MARCANDO EL PASO (26)

MARCANDO EL PASO (26)

Hoy, mi aparejo queda abandonado en el camino.
Por esas cosas raras de la vida, me doy cuenta que la carga se vuelve liviana.

¡Camino y camino entre espinas y rocas!, recojo un poco para mí, otro tanto conservo para otros.

Un dolor viene, y al rato, en una caja de cristal, encuentro que las alegrías se van para juntarse con el mar; se vuelven perlas y se convierten en rosario viejo, sin valor para muchos, para habitar luego cuellos y mesitas de estar.

Quedan huellas donde se ha sembrado amor; de pronto, viene un aguacero que limpia el polvo cansado de vagar.

Admiro a las aves que buscan la primavera, pero se quedan contentas con su otoño, y mucho más, admiro a esas golondrinas que se van y jamás regresan, porque han marcado a un hijo con su sombra, y a unos ojos, con sus prados verdes.

De a poco, en mi caminar, con todo he tropezado, flores inmensas que poco perfuman, pero igual, su belleza atrae a una que otra mosca tornasolada.

Me doy cuenta que el perfume no está en lo grande que parezcas, y que en esas flores olvidadas y pequeñas, hallarás la huella de un aroma, que pasó a tu lado hace rato.

¿Qué son huellas?, ¿para qué sirven?, ¿con qué se comen?, y es aquí, al ver en el espejo quieto de un manantial, que todas reposan en el fondo cristalino del alma, y se quedan en una letra que pocos leen, o muchos leerán luego, si el cuerpo se cansa de vivir, y el alma torna luego en una gaviota, o en un enorme alcatraz buscando fuego encendido; que se entretiene cada día bailando cumbias y pasillos con el mar.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 16/16




Antología Mujeres y sus plumas


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