De mami, me quedó su camisa
y el verde de sus ojos;
de mi padre, el río que corre por mis venas
junto al manantial que brota de ella.
Son uno por siempre, son el mar que se agita
y la sal que adoba mi existencia.
EL ÁRBOL DEL CAMINO (9)
Vivía en desespero, siempre buscando un árbol
frondoso en mi camino, ya mi roble hacía muchos años había muerto. El comején
abrazó sus pulmones y poco a poco, me robó el árbol más boscoso que colmaba de
amor y alegría mi vida.
22 años hace que mi hijo nació, y esa edad
tiene mi roble amado de pertenecer a otro estado, pero siempre he sentido su
presencia por donde voy, en cada esquina adivino su pensamiento de rosadas
flores, era el amor primero para nosotras. Protegía a los niños pequeños, de los
más grandes, igual a sus hijas, a quienes brindada inmenso cariño y apoyo,
defendiéndonos del macho que siempre estuvo
por ahí sofocando con su fuerza nuestro frágil andar.
Desde que se fue, me sentí desprotegida, me
volví rebelde ante los azotes de quienes debieron amarme y protegerme, de los
abusos siempre que marcaron en mi tronco grandes heridas, y pálidas cicatrices; y así fue pasando el tiempo, anhelando abrazarme a ese tronco fuerte, que me
hizo sonreír ante sus brazos abiertos, siempre llenos de frutos y aves canoras.
Hoy, al ver la imagen de un tronco en mi
camino, de nuevo tropecé con su recuerdo; sentí que siempre ha estado conmigo,
que habita en un marco en mi pared, pero que su alma ronda mi hogar, escucho cómo cantan las aves en su prisión y pienso que regresó con sigilo para abrir
mi jaula, adivino esa franca sonrisa y su mirada bonachona. Mis ojos se llenan
de lagunas que corren y corren ladera abajo, en un incontenible forcejeo entre
ese ya pasó, y el no aceptar jamás su
partida.
Luego, siento que está en mí, llevo la savia
de sus venas. Un comején intentó robar nuestra juventud, pero un algo extraño y mágico detuvo el
camino, para sembrarse en él, y así nuestras hojas iniciaron a reverdecer,
dieron fruto, y ahora se estacionarán en otros jardines; pero mi árbol amado y
yo, nos quedamos aquí, donde hubo una ilusión que lo mantuvo preso de nuestras
caricias, y marchó en una mañana, rodeado de sus pimpollos, con mi madre
elevando una oración, y los niños ansiando trepar por su torso, a regalar un
beso, al hermoso árbol que llenó nuestra vida de bendición.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 25/16
Hola Raquel
ResponderEliminarQue hermoso
No me canso leerte.
Un fuerte abrazo
Flora
Qué dulce sorpresa amiga, gracias, me doy cuenta y eso me agrada, tengo demasiados "amigos", pero los lectores amigos, siempre parecen ausentes; en cambio tú lo dices de frente. Bechos y más bechos.
ResponderEliminarFeliz dia Jueve Raquel
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Hola querida amiga, porque has dicho Jueves me entero, ¡¡abrazos!!
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