viernes, 11 de diciembre de 2015

SOY UNA OSTRA (34)

SOY UNA OSTRA (34)

Una sensación extraña: mi carne se quemó en tus brazos, y mis ojos se endurecieron...

Ahora soy una ostra navegando profundidades, se ha quedado quieta, se pegó de la roca más áspera, abrieron en dos mi casa, hirieron mi corazón y dejaron un poco de ti en mí, para que luego brotara lo mejor de mí, lo más brillante, y nos juntaran en un rosario, nos armaran sobre tu cuello.

 Somos un dije expuesto a tu vanidad, ¡cosa rara!, ¡te ves perfecta porque estoy ahí!, pero eres un hueco en el universo, un granito como el que fundaron en mi corazón.

Si te dejas herir, seguro que brillarás más que yo, pero has de tener mucha paciencia para el dolor.

Soy un adorno, ayer fui entre aguas azules, un algo de todos confundido, escucho suspirar de ancianos, así ¡suashhhhhhhh! ¡Suashhhhhhhh!!, de olas que lloran, escucha... es un repiqueteo de puerta ante las brisas de diciembre y su aldaba se oxidó, ha caído después de tanto amar y ser testigo de pálidos reflejos que encendían y apagaban nuestro mirar...

Hieren los gusanos mi manto, pero ahí está la gracia, es en el dolor que adivinan inexistente, en donde se arma una joya, es ahí cuando el milagro sucede para darme toda, y entregar lo que tanto anhelas de mí. El dolor fue tu alegría, ¡es tan extraño!, pero te di mi amor como una joya, sin adivinarlo siquiera.

No hay más ego, mi belleza exterior es de una roca sin luz, pero si me adivinas por dentro, verás que todo es luz si me ha bruñido el tiempo, una luz que jamás me lastimó, y abrí mi gran boca, entraron arenas del mar, los parásitos que necesitaban de mí. 

Me poseyó el hambre de muchos, sigo sin sentir, dicen, sigo sin oír, más el mar me besa, me junta, me revuelca, me agita, y yo me dejo ser, pegada de otra roca, ajustada a mi destino sin renegar por nada, ¿qué puedo hacer?, si no hubieran visto mis lágrimas que brotaban por dentro, nadie se hubiera dado cuenta de lo ostra que he vivido, durante tanto tiempo.

¿Cuánto puedo valer? Ven a mis profundidades, ¡encuéntrame!, ¡ábreme!, parte en dos mi casa de cristal y mírame a los ojos, a esos ojos que pueden ver si mantienes el pensamiento en mí.

¿Te das cuenta?, eres mi joya, sólo tú puedes valer más que el brillo de una perla colgada de tu cuello.

¿Cuánto valgo para ti, si acaso no hallas esos tesoros dentro de mí?

Nada vale un diamante, es un pedazo de roca, pero el hombre nunca sacia su vanidad, su precio fue puesto por ellos, ¿pero el precio del sol y las estrellas cuál será?

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, diciembre 11/15


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