viernes, 11 de diciembre de 2015

¿MI CIELO? (30)

¿MI CIELO? (30)

Seguro es, que al ver desde mi pequeñez, lo infinito del universo, podría creerme pavo real, o ruiseñor cantando su sonado tema de amores...

¡Seguro que sí!, ¿qué tan grande puedo ser?, ni siquiera un punto en el infinito, y a veces me crezco, ¡vaya que soy vanidosa!, me creo rosa, me creo perfume, invoco aromas, enredo versos y deseo tus besos.

¡Qué iluminada me creo! ¿Qué soy en verdad, ante tanta grandeza que me circunda?

Un cielo es la cumbre que buscamos, pero vivimos lejos de tanta gracia, pues no hay cielo más cercano que tu mirada, ahí está éste sueño tan enorme, donde estarían tus estrellas juntas, en un pequeño iris, que se acobarda por ese índigo tan demasiado de Dios, que hasta diría que juntó los colores de todas las madres, y vistió los mares y el cielo, para que siempre las recordemos.

Tanta infinitud sin ti pero con Él, ¿en dónde estás en verdad?, creo que eres la grandeza de una niña, si puede ver tu paisaje, el sonido seco de una caña golpeando a una roca, /si la brisa se antoja. Ese aleteo, esa siempre palabra que busco pero que no encuentro, no ahora, en que todos corren por sueños y nadie nos espera a la oración de la tarde, viéndonos y tomándonos de la mano, caminando ese mismo sendero gris cemento, de arriba hacia abajo, sin bosques, pero viendo el Magdalena cruzando ante nuestros ojos; con eso era suficiente.

Un cielo sin estrellas es mi navidad sin ti, eras tú ese lucero que llenaba mi mundo de alegría. ¿A dónde iré?, no tengo a donde ir, parezco un león enjaulado, pero nadie paga por verme, no tengo paisaje, se ha ido todo, pero me queda éste día, éste, para amarte más que ayer, señora mía, de sonrisa grande, ¡tú mi cielo!, en tus brazos me hallaba, en tus ojos verdes, mi bosque se crecía, ahí teníamos alas y nos escribíamos poemas, bastaba una sonrisa de aprobación, ese ahogarse de las palabras, ese temblor en la boca, para saber que nos comprendíamos, parecíamos una gota, ¡tan parecidas!, que toda la sal del mar se juntaba para consolarnos.

¿Quién nos puede escuchar ahora?, le escribo a tu silencio en medio de un gran ruido que no escucho, porque nada de afuera para mí tiene sentido, como si todos los pájaros se hubieran jubilado y estuviesen por ahí cansados de cantar, esperando una lluvia para ver el iris que tanto se había anunciado, en medio de cafés ardientes, panes llenos de amor y pequeñas sonrisas, tan tímidas de gorrión, tan tuyas, ¡tan mías!...

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, diciembre 11/15



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