MIS
CAROLINAS (29)
Debo limpiar
mi camino, es una tarea que me dejaron.
Ahora vienen
a mi memoria mis amadas aves, que por mantenerlas prisioneras, fui prisionera
con ellas. En una gran jaula criaba cacatúas, tenían algo más que amor de mi
parte, todas por alguna razón criaban en cautividad, hasta los canarios
costeños, porque tenían espacio para volar y buen alimento, también ahí tenía
pericos fischer de varios colores, que Serbio me había regalado y que también
se habían multiplicado.
No gasté mi
gran fortuna en pájaros ni en perros, para que de una vez cierren ese pico
sucio, perdí mis llaves acabándolas de entregar a una persona, íbamos de paseo,
pero en medio de su mala cara, me alegaba que me las había devuelto, pero esto
era una gran mentira, lo cierto de todo, es que al regresar de mi paseo, no
había una sola de mis aves.
Quedé sumida
en profunda melancolía, se las llevaron para venderlas. Veía desde la ventana
su rostro a punto de carcajada tratando de disimular su alegría, y pensé: esa
mujer tiene un demonio adentro, vive llena de odio y envidia.
Tiempo
después, arreglando cosas, botando chécheres, al lanzar un maletín de cuero,
sonó algo como monedas y enseguida bajé a revisar, nada por ningún lado, pero
había un pequeño hueco y por ahí revisé, para mi sorpresa: ¡mis llaves!, ahí
estaban, no tengo por costumbre mentir, mi presentimiento de quién robó mis
aves, quedó confirmado, hubo un cómplice y ella las dejó a mano.
Ahora mismo suelto ese atoro de mi corazón, y
también suelto a esas personas que tanto dolor y mal me causaron, que Dios
bendiga siempre sus caminos por donde quiera que estén, pero no quiero verlos
de nuevo por mi casa, no son bienvenidos.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 19/15
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