NIÑOS
DE LA GUERRA [66]
Su
cruz fue nacer en éste tiempo, pero desde que recuerdo, el tiempo del hombre ha
sido un sembrado de odio y guerra, unos esperan la luz de otro día, el resto
huye, queda mojado en una playa boca abajo, besando a la madre que lo vio
nacer, quien también lo tomó en sus brazos al morir.
Están
mojados los ojos, ¿quién seca al fin la maldad?, ¿hacia dónde corren los niños ahora? ¡Que
no sea responsable de sus pies descalzos, que no tenga un ápice de culpa en ese
estómago que grita hambres, que no comulgue lápidas, porque de esas hemos
sembrado siempre, esas florecen en vez de campos verdes, en vez de trigales y
sueños.
Que
no sea mi estómago la propia tumba de mi hijo, ¿qué le
diría a la tarde, si pienso que tal vez ahora estuviera secando mis lágrimas?,
que estuviera pegada de un abrazo a su pecho, ¿cuántos
años tendría ahora?, ¡jamás!, todo niño debe nacer, es
tiempo de amor, pero ahora huyen de nosotros mismos.
¡No madre!, ¡no
lo hagas!, quiero estar ahí cuando necesites de mi mano para caminar y anheles
de mí un fuerte abrazo, así como ahora que pienso en la mía, en ese pecho de
alfombra tibia que me acunó en los suyos y me enseñó a decir: ¡Gracias
Dios mío, por tu aurora!, gracias porque tengo vida y salud, y ahora nada
duele, ¡pero miento!, siempre miento; ahora me duelen los niños que no serán
jamás muchachos, ni padres, ni hombres siquiera...
¡Oh mis pobres niños de la guerra! Flores
pequeñas que ni siquiera el sol ha podido besar, caminos desiertos, pobreza de
corazón, mundanal soberbia que acapara hasta el sueño de los vencidos.
¿Qué hacen brutos? Deberían
estar en el infierno en vez de los inocentes ¿Por qué persiguen
a quien no tiene con qué defenderse? ¡Cobardes! qué
tanto puede valer el oro, y el poder, ¿si sólo sirve para matar?
Ahora,
un día 3 de septiembre/15, niños y viejos huyen de Siria, en Colombia se
desplazan indígenas y campesinos de sus tierras, en Venezuela se pone orden, pero en ese orden
de ideas, los inocentes salen con sus esperanzas, como un florero seco sin agua
ni lluvia, ni un poquito de sal que contenga al menos una estrella en su
camino.
¿Existe Dios?, está presente, ¡siempre
está!, pero no en todos los corazones, el ansia de poder y gloria quiere matar a
Dios, se crucifica en una playa, está boca abajo besando sus arenas, sin un
gemido siquiera, sólo cantan las olas que besan a un muñeco de carne fría, y
los alcatraces asustados, se dirigen a tierra de nadie, con un guía superior a
su propio instinto.
¡Qué triste época para vivir! ¡Pero
nos tocó!
Hemos
de caer para volvernos grandes, hemos de doblar rodilla para saber que un día,
cuando no estemos aquí, un sendero de sangre florecerá como lirios en el valle,
con gente nueva y mentes frescas, que no desearán recordar el ayer, porque ni
el ayer ni el hoy existe, ¡fue una pesadilla nada más!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
septiembre 3/15
No hay comentarios:
Publicar un comentario