INOCENCIA SE NOS VA 9 [42]
9.1 ¡A LOS MADRAZOS CAMINAN!
¡Buenos días!, ¡eso, así con
verraquera iniciamos hoy!, ¿qué hace calor?, no hay afán, compraré aire
acondicionado a cada familia de Perendengue, ¿qué hace frío?, cada familia
tendrá calefacción y para festejá, ¡les traeré el Conjunto de Torcoroma y no me
joñe!
Ella veía a su ex un poco
arrinconada, pues se paseaba con una lagartija morena con vestido a la moda,
zapatos de puntilla, y más arandelas en el cuello que si fuera de una tribu
africana, después de despedir a su chiqui del alma y a su bebé, sintió que algo
apretaba su estómago, cuando se hacía de lado simulando ver en el celular,
tratando de ocultarse con indiferencia hacia ella, cuando se había robado
sus mejores años, y su juventud había entregado, al menos quedó una hija, y un
poco de hiedra, con desesperanza, pero lo importante es que mientras estuviera
con vida, tenía sueños y éstos abarcaban un bosque cubierto de nieve con muchas
aves cantando en su viaje hacia la primavera.
Recordó que fue un buen padre para su
hija, y ella lo amaba como al padre que nunca tuvo, a ese que abandonó su
pequeña historia y jamás se preocupó por ella, ahora cuidaba los intereses de
sus otros hijos, pero Dios cuidaría los suyos, como había cuidado también cada
segundo de su existencia de tanto peligro, y tanto trabajo que le había tocado
en la vida.
Dejaría atrás su historia con su ex, ¡y
que conste que no fueron muchos maridos!, ojalá hubiese tenido la dicha de
probar y escoger el mejor, pero su afán por tener un hogar la llevó a cometer
su peor error, ¿pero quién pelea con las cosas del destino?, tampoco tenía
hijos de uno y de otro como alguna vez le gritaron en la cara, sólo tenía dos
hijas, a su gordis con su esposo casado por la iglesia que su padre jamás
aprobó, y a su segundo esposo sin cadenas, que el viejo también había
desaprobado, ¿qué hijueputas les importa mi vida?, respondía Inocencia cada vez
que alguien le hacía comentarios fuera de tono, jamás había engañado a ninguno
de los dos, al contrario, fue tan de malas que los dos más perros no pudieron
salir, y sus malos tratos, la abocaron a buscar una salida, pues ya estaba
cruzando la esquina, y muchos achaques también habían quedado, su salud ante
todo, pellizcos y pellizcos que dejaron hondas cicatrices y profundas heridas.
¡A los madrazos!, ¿qué importa acaso
la manera en que lo diga?, a como diera lugar, lucharía por cada segundo que se
le regalara, y además, su lucha por ser feliz, apenas iniciaba.
Organizó un cuarto atrás en su casa
para que su otra gordita se pudiera acomodar con su esposo y su otra nietecita,
se sentía bien, a veces chocaban por pequeñas cosas, pero es que la vida se
tornaba pesada, sentía mucha rabia que mientras unos derrochaban, a ella le
tocaba pelear hasta por una gota de agua, o un foco encendido, ¡así es la
vida!, unos van en caballo, pero los más felices caminan, y en esto sí que
erraba el viejo del refrán, tenía callos de tanto caminar por entre espinos y
rocas, y se sentía muy cansada.
En esto recordó sus años mozos cuando
tenía que salir a trabajar, sus primeros pasos vendiendo televisores y equipos,
pero ni su familia apoyó, pues veía que compraban a otras lo que ella vendía, y
eso que antes había llegado a ofrecer sus productos, esto era muy triste, se
sentía como un pájaro asustado en medio de un mundo de gente rara.
En esto iba llegando a casa de su
hermana mayor, Calle 30 con 29, cansada, a pie, sin dinero para el bus, con
hambre y sed, cuando sintió que tapaban su boca y entre varios tipos arrancaban
a pedazos su ropa en medio de sacudones y gemidos, recuerda que uno de ellos
dijo: ¡ahí viene la cachaca!, ya tenían vigilada su ruta, el corazón pedía a
Dios ayuda y esa ayuda estaba ahí ante sus ojos.
Para fortuna suya, alguien más estaba
viendo y con horror inició a gritar, lo que atrajo a mucha gente, y ella, muda
y desconsolada llegó a casa, sin poder contar lo que le acababa de
suceder, arañada, con los pechos expuestos y su juventud como una flor
pisoteada por muchos cerdos, pero después repicaban éstas palabras en su
oído, dichas por quienes deberían dar un fuerte abrazo: ¡bien hecho!, ¡es bueno
que les suceda, para que aprendan a vivir!
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 12/15
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