ESPINOS [15]
Más luego, si en una espinada, un
grito percibes, no fui yo, tu boca hirió mi corazón con tus palabras tan
agrias.
¿Qué fueron inventadas?, ¿quién puede
inventar lo que grita el alma?, ¿han visto cómo Dios muy temprano, nos regala
un alba llena de poemas saltando de rama en rama?
¿No se han dado cuenta, que gritan
elegías las flores, y entre gajos de amores de pasión se inflaman?
Espinan los cardos, pero no saben de
sus espadas, ni un gorrión buscará anidar ahí, pero sí he visto uno que otro
colibrí, que cerca de una flor, sin importar que pueda herirse, se da cuenta
que su pico también es un aguijón, pero con dulzura les besa, y saca miel de
sus almas, sin causar herida alguna.
El espino soporta el sol más intenso,
pocas lluvias para su fortuna, tocan lo duro y áspero de su carne, porque nació
para fortalecerse en los desiertos, y las dunas aman su gracia y hermosura.
Si al florecer, un fruto, o un
perfume atraerá a los sedientos y cansados, no habrá incertidumbre, ni
suspenso, nada cambiará el curso de su vida, ni el proyecto por el que fue
creado, y se protegen bajo su señorial cintura, cobrizas serpientes, que
esperan un tibio manjar, para aliviar también de su andar sus penas.
El espino a veces es una señal en tu
cuerpo, aprende a descubrir ese dedo que se ajusta en tu pecho, puede ser que
algo te alerta, esa espada descubierta a tiempo, salvará tu vida, y en el
desierto, es fortuna si hallamos ese gran espino, y más, con sus hermosas
flores declamando poemas que embellecen el paisaje.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 23/15
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