INOCENCIA SE NOS VA 6 [36]
6.1 CON LAS PATAS ESTIRADAS
¡No quiero preguntas!, decía doña Clemencia abrazando una a una a
sus hijas y nietos, en tanto los yernos esperaban turno un poco
perturbados, ¡mmmmm!, tan contentos que estábamos, esta vieja a veces jode
mucho!, ¡pero ni modo!, ¡la casa es suya, y por ahora nos toca arrugar la
jeta!, sin embargo de sus bocas salió una enorme sonrisa, mientras entregaban
sendo abrazo con todo y carcajadas, igual la vieja es atenta y nos ayuda con
los niños, toca ser agradecidos también, es la mae de la china, pues sí, es
mejor quererla que hacerla de lado.
Aquí entre nos, ¿por qué será que las suegras se llevan mejor con los
esposos de sus hijas, que con las nueras?, porque bien sabido es, que las
nueras se portan algo hifueputonas con las suegras, ésta joda tiene que cambiar
algún día, imagínense ellas fueron quienes parieron a los hombres, que ahora
nos tienen como reinas, ¿cómo no quererlas?, ¿será que las mujeres somos peores
en verdad que los hombres?
En medio de todo, Inocencia era otra mujer, parecía más cariñosa y
dulce, pero un dejo de tristeza se veía en su mirada, su rostro un poco
curtido, uñas cuarteadas, para nada bien cuidadas como cuando se fue, y sus
hijas quedaron admiradas de sus pies, tenían callos, ¿desde cuándo mami tenía
pies tan horribles?, ¡Dios!, para mí que a mami no le fue tan bien como dice!, ¡algo
maluco tuvo que pasarle!, pero no debemos preguntar nada para que no se enoje,
esperemos el momento, y que sea ella misma quien se desahogue, -¡es verdad!,
respondía su hermana, pobre de mami, se ve un poco triste, no es la misma que
se fue, llegó cambiada, pero está como mansita, porque no ha dicho nada por
nada, sólo se quedó en su cama viendo al horizonte…
De repente no sabía en donde estaba, no escuchaba el canto de esos
pájaros, aquí había otro huerto, un ruido conocido, unos pájaros que sabían su
nombre, los mismos que jamás aparecieron a despedirla, ¡qué raro!, todo parecía
un mal sueño, lo que vivió jamás fue, ¿es así todo?, ¿un día una pesadilla, al
siguiente sólo resplandor?
Alguien colocó un café sobre la mesa, esas manotas eran conocidas, ¡claro!,
el esposo gigante de su hija, ya estaba por salir, y una nueva historia tenía
el destino programada, se va la niña de sus ojos, se van y luego la volveré a
ver muy crecida, pero eso sí, prometieron que sería invitada, conocería
otras tierras, nuevas promesas, puede ser, ¿quién quita?, un sueño real
de manos tibias, de abrazos y caminatas viendo el enorme río, o adivinando
alcatraces a la orilla de un barco pesquero, ¿por qué no?, mientras haya vida,
una esperanza es como la bendición de una flor en la herida de una pared.
¡Día nuevo!, ¡gracias Dios mío, por permitirme éste despertar, por estar
ahí siempre a mi lado, no miraré sus ojos, ahí delatan el gusto que les da
cuando nada nos sale bien, no miraré sus bocas, ni esas sonrisas maliciosas, me
tragaré sola éste amargo, igual ahí estás, para nada me has abandonado, y me
abriste la puerta para que pudiera volar lejos del infierno que estaba
viviendo.
¡De aquí me sacarán con las patas estiradas!, ¡jajajaja!, ¡qué risa!,
ahora sólo puedo reír, porque se agotaron mis ojos de llorar, y se ha secado
ese manantial de soledad y tristeza que las hacía brotar.
-¡Bendito mar!, creo que ésta semana besaré tus aguas y serás mi amante
de nuevo, decía Inocencia, en tanto encendía el equipo a todo mecho, para
escuchar su música preferida.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 19/15
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