jueves, 6 de agosto de 2015

DESPUÉS 2 [66]



DESPUÉS 2 [66]

Después de las cenizas, ¿qué habrá?, creemos que nada, pero queda el viento, Rey de la vida, pasando su invisible rostro por cada flor o cada espina, por cada roca vencida en el camino, y moverá mi palmera, para que canten sus hojas, y un pájaro anide en un rincón de mi vereda.

Si un árbol desnuda sus hojas, ¿qué sucederá?, creo que vendrá un verano intenso y guardará sabiduría, para cuando estén preparados nuevos brotes para ser primavera, llegarán insectos con trajes de colores, armarán nido los mirlos, buscará reposo una serpiente bajo las ramas viejas, y continuará la vida, brotando aquí o allá, sin importar el tiempo.

Pero si una cascada no encuentra su camino, si un río se desvía y una acequia se corrompe, morirán muchos inocentes, dejarán de florecer las bella de noche entre las rocas, y los musgos que antes se pegaban de ellas, esperarán un aguacero que les sea propicio, para buscar un rincón nuevo en algún lugar del mundo.

Todo puede morir, menos el amor, pues si no hay amor, todo será estéril, nadie tendrá sueños ni admirará la grandeza de un pájaro en vuelo, ni tendrá sentido esperar a que despierte el día, si no tenemos un manantial que calme nuestra sed.

Después de mí, ¿qué pasará?, vendrán otros, y así se repetirá un ciclo, cambiarán de plumas las aves, correrán ríos de sangre, y los rostros no tendrán una sonrisa, pero sucede que todo pasa, retorna el sol siempre ardiente y maravilloso, florecen niños en los vientres y aves revientan sus casitas blancas, para abrir  flores en sus picos, y llenar de gracia otra vez el paisaje.

¿Terminará el dolor?, ¡ojalá termine!, se hacen pactos de amor para morir, cuando debemos hacer pactos para bendecir la vida, y amar todo lo que nos acerca a la verdad, sin la hipócrita razón de santidad, que es una mentira disfrazada, alabar al viento como a las hojas, hablar con las personas como con los animales, y ser livianos, muy livianos para vivir el día, sin esperar la noche, con la tranquilidad de una fruta sobre la mesa y el estómago lleno de bonanza.

Después de todo, no sabemos por qué razón estamos aquí, ¿pero se vale dañar la obra divina de nuestra vida?, ¡que nadie muera!, hoy fallece un joven médico, amigo de mis hijas de una manera triste, igual que mi monachito, una moto, un enredo más, un estorbo asesino que cruza un sendero para esperar la muerte, ansiando estar vivos, amando la vida, mientras otros quieren morir teniendo salud y juventud, ¡no entiendo!, después de todo, soy una pobre ignorante que no sabe nada, pero amo mi vida, me aferro cada segundo a ella y  doy gracias al dueño de mis suspiros y al fundador de mi historia, por cada segundo, cada mirada hacia ese espejo que sigue mi sombra y me anima con un beso de lluvia, a bordar un poema.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 6/15

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