DESPUÉS 2 [66]
Después de las cenizas, ¿qué habrá?, creemos
que nada, pero queda el viento, Rey de la vida, pasando su invisible rostro por
cada flor o cada espina, por cada roca vencida en el camino, y moverá mi
palmera, para que canten sus hojas, y un pájaro anide en un rincón de mi
vereda.
Si un árbol desnuda sus hojas, ¿qué
sucederá?, creo que vendrá un verano intenso y guardará sabiduría, para cuando
estén preparados nuevos brotes para ser primavera, llegarán insectos con
trajes de colores, armarán nido los mirlos, buscará reposo una serpiente bajo
las ramas viejas, y continuará la vida, brotando aquí o allá, sin importar el
tiempo.
Pero si una cascada no encuentra su camino,
si un río se desvía y una acequia se corrompe, morirán muchos inocentes,
dejarán de florecer las bella de noche entre las rocas, y los musgos que antes
se pegaban de ellas, esperarán un aguacero que les sea propicio, para buscar un
rincón nuevo en algún lugar del mundo.
Todo puede morir, menos el amor, pues si no
hay amor, todo será estéril, nadie tendrá sueños ni admirará la grandeza de un
pájaro en vuelo, ni tendrá sentido esperar a que despierte el día, si no
tenemos un manantial que calme nuestra sed.
Después de mí, ¿qué pasará?, vendrán otros, y
así se repetirá un ciclo, cambiarán de plumas las aves, correrán ríos de sangre,
y los rostros no tendrán una sonrisa, pero sucede que todo pasa, retorna el sol
siempre ardiente y maravilloso, florecen niños en los vientres y aves revientan
sus casitas blancas, para abrir flores en sus picos, y llenar de gracia otra
vez el paisaje.
¿Terminará el dolor?, ¡ojalá termine!, se
hacen pactos de amor para morir, cuando debemos hacer pactos para bendecir la
vida, y amar todo lo que nos acerca a la verdad, sin la hipócrita razón de
santidad, que es una mentira disfrazada, alabar al viento como a las hojas,
hablar con las personas como con los animales, y ser livianos, muy livianos
para vivir el día, sin esperar la noche, con la tranquilidad de una fruta sobre
la mesa y el estómago lleno de bonanza.
Después de todo, no sabemos por qué razón
estamos aquí, ¿pero se vale dañar la obra divina de nuestra vida?, ¡que nadie
muera!, hoy fallece un joven médico, amigo de mis hijas de una manera triste,
igual que mi monachito, una moto, un enredo más, un estorbo asesino que cruza
un sendero para esperar la muerte, ansiando estar vivos, amando la vida,
mientras otros quieren morir teniendo salud y juventud, ¡no entiendo!, después
de todo, soy una pobre ignorante que no sabe nada, pero amo mi vida, me aferro
cada segundo a ella y doy gracias al dueño de mis suspiros y al fundador
de mi historia, por cada segundo, cada mirada hacia ese espejo que sigue mi
sombra y me anima con un beso de lluvia, a bordar un poema.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 6/15
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