lunes, 13 de julio de 2015

DEL MISMO ESTABLO [61]



DEL MISMO ESTABLO [61]

Ese día estaba dolido con el mundo, sentí las espadas que herían al débil, y los vi alzar con arrogancia la mirada, se reían muchas veces, pero no sabían que también tenía un corazón que trataba de mostrar pero que ni siquiera  comprendía.

Lo que nadie sabe, es que nunca en  mi  vida lo había visto llorar, ¡tranquilo!, nada pasa, ahora te pueden escupir, eres altanero también y soberbio, no sabes decir las cosas muchas veces, pero es que así era Kico también, era la burla de muchos, y en brazos de mi vieja, era donde también encontraba consuelo, cuando era menospreciado por los mismos, que lo tenían por menos.

¡Hifueputas!, éstas palabras suenan en mi estancia, y cada vez que lo escuchaba trataba de calmar su ira e impotencia, pues el mundo lanzaba rocas a ese corazón de por sí herido, y a esa carne que las producía.

No importa cuántas veces lanzamos palabras, tenemos que cuidarnos de no herir a quien siempre ha sido despreciado, luego un respirar se vale, cuando hasta el sol nos permite sanar poco a poco cada pequeña llaga.

Seguimos caminando, hay demasiada roca y mucha espina, no ha sanado una vieja herida cuando otra  permanece abierta, y la pus que bota, es como una lágrima que se escurre de un rosal.

¿Por qué razón nos herimos?, ¿por qué siempre estamos castigando?, en ésta y muchas preguntas levanto airosa el rostro, no permito que me humillen, soy una valiente tratando de correr, y me llevo con un beso y un abrazo a quien acepte que  todos erramos en éste camino de caballos finos y potrancas salvajes, que unas veces nos  pateamos, y otras nos montamos, ¡pero que no sea tanta la “montadera”, ¡que parezca que nos humillamos!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 13/15



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