DEL MISMO
ESTABLO [61]
Ese día
estaba dolido con el mundo, sentí las espadas que herían al débil, y los vi
alzar con arrogancia la mirada, se reían muchas veces, pero no sabían que
también tenía un corazón que trataba de mostrar pero que ni siquiera comprendía.
Lo que
nadie sabe, es que nunca en mi vida lo había visto llorar,
¡tranquilo!, nada pasa, ahora te pueden escupir, eres altanero también y
soberbio, no sabes decir las cosas muchas veces, pero es que así era Kico
también, era la burla de muchos, y en brazos de mi vieja, era donde también
encontraba consuelo, cuando era menospreciado por los mismos, que lo tenían por
menos.
¡Hifueputas!,
éstas palabras suenan en mi estancia, y cada vez que lo escuchaba trataba de
calmar su ira e impotencia, pues el mundo lanzaba rocas a ese corazón de por sí
herido, y a esa carne que las producía.
No importa
cuántas veces lanzamos palabras, tenemos que cuidarnos de no herir a quien
siempre ha sido despreciado, luego un respirar se vale, cuando hasta el sol nos
permite sanar poco a poco cada pequeña llaga.
Seguimos
caminando, hay demasiada roca y mucha espina, no ha sanado una vieja herida
cuando otra permanece abierta, y la pus que bota, es como una lágrima que
se escurre de un rosal.
¿Por qué
razón nos herimos?, ¿por qué siempre estamos castigando?, en ésta y muchas
preguntas levanto airosa el rostro, no permito que me humillen, soy una
valiente tratando de correr, y me llevo con un beso y un abrazo a quien acepte
que todos erramos en éste camino de caballos finos y potrancas salvajes,
que unas veces nos pateamos, y otras nos montamos, ¡pero que no sea tanta
la “montadera”, ¡que parezca que nos humillamos!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 13/15
No hay comentarios:
Publicar un comentario