DE CALORES [14]
Estaba la doncella,
como la plebeya del papero, piernas abiertas así al descuido, y los calzones lanzados fuera de
la carbonada, mostrando hasta la flor donde anidan los malos pensamientos,
y mirando sin ver, esperando a su divo reparara en tal hermosura,
pero divo venía cojeando, amaneció derrengado de tanto joderle a la vida un
ruego de bufidos y agotamiento, para no llegar ni siquiera a Pereira, y
reparando todo muy bien dice: ¡oiga mija!, ¿no ha visto por ahí mis espejuelos?
Había sido una noche
redonda, durmió como lirón después de una extensa faena, pero quiso
impresionar con sus disparos, y ni a las rodillas ajustó la fusta, pensé: ¡cabrón, se le para es con las putas!, y por más pose que intentó, la arepa se volteó y
hasta el mentado astro, espero.
¡Tan bonito que se ve
cuando se agacha a recoger el jabón!, ¡jajajajajaja!, en medio de todo, imagino
a don Estanislao haciéndolo con la de turno, que espero le dure ésta vez, y me
doy cuenta que tanto ruido no era menester, y que después de versen al desnudo,
¡nada que ver!
¡Recoged el jabón que
lo he perdido, amada doncella!, y la doncella con las greñas revueltas y
el nido adolorido, le replica: ¡cójalo usted!, ¿me cree marica?, y ahí
empezaron las mentiras a convertirse en verdades, cuando el viejo se agacha y
por ahí mismo, en el sol donde se metieron todas sus historias, mostró
que un nido de oropéndula no se fabrica en cualquier árbol de la esquina.
¡Bonito así!, ¡dice
la vieja Idiosincrasia!, y el viejo con cara de perversidad mostrando lo que
tanto lo engrandece, le asevera: ¡cómo!, ¿así?, una carcajada escucho en oscuro
aposento y las carnes se sudan de contento, mientras sigo con ahínco, tan
mentado cuento.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla, julio
28/15
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