
Mi ternura de madre
UN
DÍA CUALQUIERA [3]
Un
día cualquiera abrimos los ojos
sin
saber qué es lo que vemos,
y
por qué razón estamos.
Descubriremos
el amor, la pasión, el miedo, el odio,
en
medio de ruidos y sonares de reloj,
o
a través de cantares
que
con el alba son oraciones,
caricias
de rocío sobre sus flores.
Un
día cualquiera tropezamos
pero
una mano estará ahí,
hasta
que lo permitamos.
Veremos
crecer las acacias,
divisaremos
cómo fabrican nido las palomas,
y
pensaremos: ¡así fuimos en casa!
Un
día cualquiera,
las
brisas cambiarán el destino del ave y su nido,
pero
no tendremos tiempo para ver, menos para
pensar
que
ese día hubo un espacio enorme para decir: ¡te quiero!,
pero
negamos éste poema a nuestra vida.
Un
día cualquiera seremos arrogantes,
pero
jamás pareceremos un mirlo arriba de una palmera,
¡cantando
y cantando!, ¡volando y volando!,
feliz
en medio de tanta belleza.
Verá
poemas de trigo y versos de hojas secas,
construirá
madrigales con hilos de seda
abundando
entre los pastizales,
viviendo
de frutos y juguetes saltarines
para
sus clavellinas abiertas en sus nidadas.
Caminaremos
como viejos
y
los niños lo harán como ellos.
Un
ciclo se repite, pero jamás el paisaje del cielo,
¡nunca
un manantial!, pues sus aguas son renovadas,
una
llama encendida jamás será igual a otra,
ya
que la brisa es dueña de sus flamas
y
princesa de sus andares de gitana.
Muchos
se irán antes de primavera,
otros,
cuando la montaña esté cubierta de nieve,
pesando
las rocas en los pies,
y
las espinas en los dedos.
Un
día cualquiera te irás o me iré,
¡nada
nos llevaremos!,
seremos
carne fría al hombro de alguien,
o
en medio de ruedas de funerales asistidos
escribiendo
historias, sobre el paisaje endurecido,
y
un colmenar será zumbido de abejas y llanto,
sin
que lo advirtamos siquiera.
Aquí
comprenderemos que es leve vivir,
¡pero
mágico es morir!,
es
como volver a nacer en otro vientre,
jamás
nos enteraremos,
si
oruga en una cárcel,
mariposa
en otro invierno,
partícula
de colores
mezclada
entre los rayos del sol,
que
nos difumina,
nos
atrae,
nos
envuelve en un baile extraño,
en
una música sin cantor ni poeta.
Vendrás
a casa de nuevo, pensativo,
¿qué
hice con mi vida?
Pero
la vida te hizo sin que te dieras cuenta,
olvidarás
del ayer sus melodías,
y
en ese día cualquiera,
te
darás cuenta, que puedes escuchar el ruido del silencio;
comprenderás
los gritos de las rocas,
y
sabrás, que esa pluma en tu ventana
soy
yo,
y
que mi amor permanece en el tiempo.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
junio 25/15
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