MIS
PIEDRAS [36]
Hallé
un trozo de mi suerte en el ámbar de tus ojos
bailando
la luna para mí, globitos de cristal/ es real,
abriendo
su boca entre perlados sueños
cual
ostra en el mar.
Cornalina
hallé en tu corazón
encendiéndose
ante el fuero de nuestro amor
de
Sadoine, de Santiago,
del
cielo, ¡de las estrellas!
concedidos
poderes para ti en mí.
Rodonita
en tu piel de caramelo
cambiante
solo a la caricia del viento
sin
variar de su alma el interior.
Amante
mío, rubí en la espesura de mi sangre
siendo
fuego en la boca de un volcán.
Pestaña
mía en el centro del sol
sin
parpadear siquiera,
te
declamo mi amor.
Y
ella, me ha robado el ágata en sus ojos
cual
musgo fresco prendido de sus rocas,
pequeñas
laderas donde un girasol se provoca
pegando
sueños de espinos
entre
quimeras antiguas
y
esperanzas de mañana.
En
la turmalina rosa de su boca
un
esposo bueno arregló todas sus penas;
a
punta de besos y versos de risas,
de
carcajadas al despuntar el día
y
un poco de llanto al llegar la noche.
Y
al fin, en la esmeralda
que
como gota de aceite
pendía
de sus ojos,
brotó
cualquier día el manantial
quedándose
en mi vida por siempre el mar,
siendo
tú, la roca que aprieta mi garganta
haciendo
mi carne de pasión temblar.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
febrero 24/15
Publicado
por Raquel Rueda Bohórquez en 20:25
MIS
PIEDRAS [36]
Hallé
un trozo de mi suerte en el ámbar de tus ojos
bailando
la luna para mí, globitos de cristal/ es real,
abriendo
su boca entre perlados sueños
cual
ostra en el mar.
Cornalina
hallé en tu corazón
encendiéndose
ante el fuero de nuestro amor
de
Sadoine, de Santiago,
del
cielo, ¡de las estrellas!
concedidos
poderes para ti en mí.
Rodonita
en tu piel de caramelo
cambiante
solo a la caricia del viento
sin
variar de su alma el interior.
Amante
mío, rubí en la espesura de mi sangre
siendo
fuego en la boca de un volcán.
Pestaña
mía en el centro del sol
sin
parpadear siquiera,
te
declamo mi amor.
Y
ella, me ha robado el ágata en sus ojos
cual
musgo fresco prendido de sus rocas,
pequeñas
laderas donde un girasol se provoca
pegando
sueños de espinos
entre
quimeras antiguas
y
esperanzas de mañana.
En
la turmalina rosa de su boca
un
esposo bueno arregló todas sus penas;
a
punta de besos y versos de risas,
de
carcajadas al despuntar el día
y
un poco de llanto al llegar la noche.
Y
al fin, en la esmeralda
que
como gota de aceite
pendía
de sus ojos,
brotó
cualquier día el manantial
quedándose
en mi vida por siempre el mar,
siendo
tú, la roca que aprieta mi garganta
haciendo
mi carne de pasión temblar.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
febrero 24/15
Publicado
por Raquel Rueda Bohórquez en 20:25
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