domingo, 15 de marzo de 2015

EL POLLO PINTADO [30]

EL POLLO PINTADO [30]

El pollo pintado era un hijueputa a la carrera, lo conocí, a mí me insultó muchas veces, dejé de hablarle por días, tal vez semanas, pero sentía su mirada cada vez y evitaba estrellar la mía con la suya, hasta que al fin no aguantaba y bastaba con verlo a los ojos para saber que detrás de él había un ser humano profundamente dolido y tan solo esperaba un abrazo que mitigara el dolor de las heridas que causaba y a la vez recibía.
¿Cuántos años le dimos pico al pollito pintado?, no puedo ser hipócrita, muchas veces, pero cuando lo vi a los ojos y dije que lo perdonaría, sabía que él también lo hacía, que muchas veces llegó a mi casa por un café, con miles de palabras soeces para todos los que estaban a su alrededor, odiaba al mundo, a la gente, a las mujeres, y ante todo a los policías que lo veían como el "feo del paseo", y lo involucraron en asuntos de los que era totalmente inocente, pero día a día, llaga tras llaga, el pollito parecía a veces no ser humano, sino una pálida hoja que se estrellaba contra la más mínima roca del camino, estaba ciego y su lazarillo a veces lo acompañaba otras, iba de la mano del viento.

Le cerré una vez la puerta... ¿o fueron dos?, también conmigo lo han hecho, muchas rocas he pisado en el camino, pero mi corazón se ablanda cada vez que conozco a un pollito pintado, olvido las ofensas, los insultos, y me abrazo a esa palabra única que tanto amo: PERDÓN y pienso que vale la pena vivir un día más si puedo seguir pronunciándola por encima de todo lo que otros puedan pensar de mí, a veces creía lo que me contaba cuando se doblaba en la silla con su flaca figura, parecía no tener carne, el culo plano pegado del piso a donde le encantaba estar, pero lloraba como un niño, y esa parte que se quedó en mí al ser mujer y madre me llevaba a una caricia en su cabello descuidado o a tomar su gran mano: ya, basta, es suficiente, no llores, algún día todo pasará... y pasó... cierto día el pollito dejó de piar, para cantar en un llano verde, donde el lago fue su amigo y la montaña su amante.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 11/15
©10-498-459





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