lunes, 16 de marzo de 2015

EL GOLPE/El Relojero y yo [48]

EL GOLPE/El Relojero y yo [48]


Cierta vez, un tipo pagó mucho dinero para que arreglaran una máquina muy costosa de fabricar tela.

Buscó a muchos hombres que decían tener conocimiento de todo, pero sabían era cobrar y la máquina continuaba igual.

Los hilos se enredaban, las madejas se torcían, el motor se frenaba, y ante tanta lucha, decidió abandonar la tarea muy desilusionado.

En una charla de amigos salió a colación el tema del dueño de la máquina, que estaba fracasado porque era su herramienta de trabajo, pero en ningún sitio había encontrado al tipo que diera con el chiste y pusiera a funcionar su equipo, y esto lo mantenía muy deprimido.

Un hombrecito muy delgado prestaba atención a la charla y sin mediar palabra se acomodó cerca y dijo: ¡Yo le arreglo la máquina!...

¡jajajajaja!, sonó una risotada general. ¡No diga eso hermano!, el tipo ha buscado a los mejores mecánicos y ninguno ha dado con el chiste, ¿usted un simple ayudante de buseta se cree con poderes?, ¿imagina que eso se arregla a las patadas?

El tipo les sonrió amablemente y les pidió la dirección del hombre, y ellos se la entregaron en medio de mucha risa.

¡jajajaja! ¡Pobre idiota, no pudieron los mejores, será para que el tipo lo saque de allá de una trompada!

Pero no sucedió así, el hombrecito llegó a la vivienda del dueño de la máquina y le ofreció sus servicios, a lo que el hombre con desconfianza lo espetó: ¡No han podido los mejores!, ¡no señor!, ese equipo ya no sirve para nada –dijo desalentado-  perdí mis esperanzas de que vuelva a funcionar.

¡Déjeme que yo se la arreglo!, pero eso sí, esto le vale su dinero.

El tipo convino un precio y el hombre se acercó a la máquina, la prendió y puso mucho cuidado a los ruidos que salían de ahí y le dijo:

¿Tiene una porra?... –el tipo se espantó- ¡Cómo así una porra!, ¿usted quiere despedazar mi máquina?...

-No señor, se la quiero reparar, por favor traiga la porra o un martillo grande.

Al fin el hombre con mucha desconfianza  trajo un martillo grande y pesado, y el hombre delgado siguió prestando atención al ruido del motor,  en un instante se paró frente a la máquina y aplicó tremendo golpe en un lado de la misma.

Acto seguido el motor arrancó y la máquina, por más increíble que parezca, comenzó a trabajar.

Enseguida el dueño se emocionó mucho, ¡¡bravo!! Gracias hermano, me ha salvado la vida, no sabía qué hacer, pero la máquina estaba buena, y no le voy a pagar por un golpe.

El hombrecito salió muy enojado y le dijo que lo demandaría, que llevaría el caso a los tribunales, porque él le había reparado el equipo.

Una vez en los tribunales y expuesto el caso, el juez pregunta al hombre todo y él le dijo que convinieron un precio, que nadie se lo había reparado y él sabía cómo hacerlo.

Le explicó que no era por el golpe en sí, sino porque sabía exactamente en donde darlo para que el motor despegara, le digo que él le cobrara por el conocimiento.

El juez sentenció sin dudarlo un instante.

¡Debe pagar lo acordado!, el señor está en su derecho.

A regañadientes  el tipo canceló lo pactado, y los demás lo empezaron a verlo con más respeto.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 3/15
©10-498-459







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