martes, 24 de febrero de 2015

RECUERDOS 3 [84]

RECUERDOS 3 [84]

Visité mi pequeño jardín, una cárcel se abrió, mi dulce reina, si les cuento, tenía ojos verdes y sus alas amarillas, más cuando el sol en pleno rostro le besó, las rosas blancas fueron su aroma y mi perfume junto a ella, amor de mis amores, con sus alas tan abiertas como mi corazón para ti... y en un parpadeo, como las olas al besar las rocas que con pasión llegan y con devoción se desvanecen, así fue su vuelo, blanco y translúcido, perla de mar, ¿y ahora?... ¿qué será del mundo sin ti?... ¿y qué será de mi jardín sin la mariposa que siempre se lució?

Y recuerdo de la alcoba pequeña un trazo, tan solo ese íntimo velo de complicidad que para nada otros adivinaban, ese terciopelo de la nieve anunciando copetes blancos en las montañas, como si fueran gorriones, y sus almas en alocadas fiestas de bosque y río, de pétalos y aromas de montaña.

Luego, cuando sonaban las cascadas, el repiqueteo de su alar escondido, a oscuras, en silencio, sin gritar, los dos amantes se entrelazaban, parecían anacondas en el bosque, cometas que se enredaban entre bocas y brazos, y hacían resurgir blancas palomas pasados nueve meses, que absorbían sus energías, pero también los motivaba a fabricar estrellas para todos.

¡Qué contentos se ven!, ahora de la mano… ni siquiera lo vi acariciar sus pechos en público, pero ese coqueteo de toques que van y vienen, de rostro en rostro, de mano en mano, como gotas de rocío entre sus rosas, ¿quién puede olvidarlo?

¡Bonita!, ¡cómo le luce ese vestido de flores!, mi señora, sí… mi dama, mi esposa, mijita… ¿qué otro cariño merecía tan bella mujer?, y con eso se contentaba, le donaba al cielo todas las flores del jardín, y en los cumpleaños acertaban los gajos en tener 15 rosas, que ofrecía desde sus ramas, a la mariposa de turno.  

Así eran los días y las horas, olvidando que a veces se quebraban los gajos, muchas veces, pero en medio de la palidez de un día, las sombras se disolvían con el rosario en mano, como un milagro vivo, y la fe sostenía la casa a punto de caer, con sus miradas llenas de angustia ¿y ahora?... ¿con qué dinero levantaremos de nuevo?... aquí fue cuando nos sorprendió la vida con sus acertijos,  y ellos regresaron a Bucaramanga, los pocos hermanos que habían quedado en casa, el tío Isaías con su locura senil,  German, Dorita, Sonia, Cesitar… a su hermosa casa grande, pero tan enorme y vacía, ¡qué raro!, tan poco la disfrutamos, alguna razón había para ello, y las fiebres iniciaron… los nuevos golpes, las caídas… las mariposas azules y blancas se fueron cualquier día, Isaías, Severa… Agustín, Pablo, Nohema, Hilda, Ricardo, y tantos primos y tíos, que nos sorprendió la aurora llorando, y un nuevo día esperando el regreso de los viejos, ahora todo sería diferente a ese siempre, estábamos adultos, y necesitábamos a los abuelos para otras historias en los pequeños libros de la vida, de cada uno de sus hijos, y tocaba llenar las páginas que faltaban, el árbol se deshojaba poco a poco, las flores del presente no eran tantas, eran tiempos más difíciles, y la tarea de educar en medio de una libertad mal concebida, ensombrecía la tarea de los nuevos padres, nosotros, que iniciábamos a recordar que todo tiempo viejo fue mejor, pero que nos llegaba el turno de superarlos, y sólo llegó una palabra a mi boca: ¡jamás!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 21/15

10-491-97


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