RECUERDOS
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mi pequeño jardín, una cárcel se abrió, mi dulce reina, si les cuento, tenía
ojos verdes y sus alas amarillas, más cuando el sol en pleno rostro le besó,
las rosas blancas fueron su aroma y mi perfume junto a ella, amor de mis amores,
con sus alas tan abiertas como mi corazón para ti... y en un parpadeo, como las
olas al besar las rocas que con pasión llegan y con devoción se desvanecen, así
fue su vuelo, blanco y translúcido, perla de mar, ¿y ahora?... ¿qué será del
mundo sin ti?... ¿y qué será de mi jardín sin la mariposa que siempre se lució?
Y
recuerdo de la alcoba pequeña un trazo, tan solo ese íntimo velo de complicidad
que para nada otros adivinaban, ese terciopelo de la nieve anunciando copetes
blancos en las montañas, como si fueran gorriones, y sus almas en alocadas
fiestas de bosque y río, de pétalos y aromas de montaña.
Luego,
cuando sonaban las cascadas, el repiqueteo de su alar escondido, a oscuras, en
silencio, sin gritar, los dos amantes se entrelazaban, parecían anacondas en el
bosque, cometas que se enredaban entre bocas y brazos, y hacían resurgir
blancas palomas pasados nueve meses, que absorbían sus energías, pero también
los motivaba a fabricar estrellas para todos.
¡Qué
contentos se ven!, ahora de la mano… ni siquiera lo vi acariciar sus pechos en
público, pero ese coqueteo de toques que van y vienen, de rostro en rostro, de
mano en mano, como gotas de rocío entre sus rosas, ¿quién puede olvidarlo?
¡Bonita!,
¡cómo le luce ese vestido de flores!, mi señora, sí… mi dama, mi esposa,
mijita… ¿qué otro cariño merecía tan bella mujer?, y con eso se contentaba, le
donaba al cielo todas las flores del jardín, y en los cumpleaños acertaban los
gajos en tener 15 rosas, que ofrecía desde sus ramas, a la mariposa de turno.
Así
eran los días y las horas, olvidando que a veces se quebraban los gajos, muchas
veces, pero en medio de la palidez de un día, las sombras se disolvían con el
rosario en mano, como un milagro vivo, y la fe sostenía la casa a punto de caer,
con sus miradas llenas de angustia ¿y ahora?... ¿con qué dinero levantaremos de
nuevo?... aquí fue cuando nos sorprendió la vida con sus acertijos, y ellos regresaron a Bucaramanga, los pocos
hermanos que habían quedado en casa, el tío Isaías con su locura senil, German, Dorita, Sonia, Cesitar… a su hermosa
casa grande, pero tan enorme y vacía, ¡qué raro!, tan poco la disfrutamos,
alguna razón había para ello, y las fiebres iniciaron… los nuevos golpes, las
caídas… las mariposas azules y blancas se fueron cualquier día, Isaías, Severa…
Agustín, Pablo, Nohema, Hilda, Ricardo, y tantos primos y tíos, que nos
sorprendió la aurora llorando, y un nuevo día esperando el regreso de los
viejos, ahora todo sería diferente a ese siempre, estábamos adultos, y
necesitábamos a los abuelos para otras historias en los pequeños libros de la
vida, de cada uno de sus hijos, y tocaba llenar las páginas que faltaban, el
árbol se deshojaba poco a poco, las flores del presente no eran tantas, eran
tiempos más difíciles, y la tarea de educar en medio de una libertad mal
concebida, ensombrecía la tarea de los nuevos padres, nosotros, que iniciábamos
a recordar que todo tiempo viejo fue mejor, pero que nos llegaba el turno de
superarlos, y sólo llegó una palabra a mi boca: ¡jamás!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
enero 21/15
10-491-97
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