LA
DAMA COQUETA [21]
Y
llegó la noche, la dama coqueta como siempre, acercándose al sol, más nunca
serán hallados juntos, de lejitos es mejor, -comentó una estrella-, pues el sol
vive acompañado de paisajes, de muchas flores que lo contentan...
Cierto
día, la dama coqueta quiso conocer el refugio del amor que tanto la desvelaba,
-¿será la ventana donde hay una luz siempre encendida?, o tal vez la que está
más oscura, pues es como ver el espejo de la noche, y adivinar dos estrellas
que iluminan.
En
cada ventana se adorna un vencejo, una gaviota que pasa y pasa, pero son sus
ojos los que las divisan… ¿y cuándo veré de cerca los de él?... parecen
insondables mares a donde nunca llegaré.
En
esto pasaba el tiempo, veloz como un rayo en el estero, dejando la cola blanca
en el cielo, tal vez una serpiente devoradora de soles, y arrase a la vez con
mi corazón, o puede ser una cuchara que se roba el cálido verso del sol, en
sorbos pequeños, así lo veo cada día, una cuchara gris que alguien usó para
dañarse, y esa metáfora del dame miel, y miel será mi alma, pero entrega mi
cuerpo al vicio blanco, y poco a poco me condenarás a ser un despojo gris, en
medio de la calle.
Siempre
lo veo por ahí, -piensa la dama coqueta-, pero nada dice, todo éste tiempo
sueño que es para mí lo que escribe, porque ella se cree una doncella, siendo
una anciana que nunca pinta sus canas, porque le gusta ver cómo el tiempo talla
su piel, como un poema, entre surcos de alegrías y penas.
¿Qué
haces amor?, siempre en un coqueteo estrellado, muy dorado, como cree que serán sus años finales, ¡años dorados!,
¡jajaja!, será años encendidos, rojo fuego, porque la dama coqueta parece que
tuviera 15 años, y que un juguete perdió desde muy niña, porque sólo piensa en
el amor, en ese sentimiento maravilloso y fugaz, que aletea ante sus ojos, así
como el colibrí, tan solo besa la flor y con velocidad se aleja, pero a ella,
estoy segura, le faltó niñez, tengo la plena seguridad de que así es.
Dime
si ésta noche puedo al menos estacionarme en el desnudo árbol a tu puerta, al
menos que pueda mirar al norte o sur, adivinando tu nido reflejado en medio de
luz de luna, adornado con pequitas que hacen tu boca más bonita, y tu corazón
más de gorrión.
Abro
la ventana, descubro números y mensajes, creo adivinar pero no me atrevo a
responder… ¿será que le pregunto a la noche?, o tal vez a éste día, que deja
huellas sobre blancos pensamientos, mi pared limpia del segundo, para contarle
al sol que besará su puerta, ¿Qué lo amo?...
Sí,
es lo mejor… no te hagas ilusiones, pero ámalo, como si fuese en tu jardín
mustio, la flor primera que te haga brillar los ojos con una lágrima, y
bendecir la huella del sol sobre tu enramada.
La
dama coqueta fue por un café, me gusta el café caliente, el tinto, color de tu
piel morena, imaginando bebo sorbo a sorbo de ti, acalorando el día que parece
frío, para encender la piel cual yesca seca, que espera el paso de la brisa,
como un beso fresco, como verte cada día, tan cerca de mí, pero tan lejano,
cual estrella guardada cerca de tus labios y la humedad semejante al manantial
que anhelo.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
enero 8/15
®
10-491-97
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