martes, 24 de febrero de 2015

EN MEDIO DE UN TINTO [43]

EN  MEDIO DE UN TINTO [43]

Tomé un café oscuro, para creer que bebo sorbo a sorbo de tu piel morena,
Salté como una bruja elevándose en su escoba, copete gris de gorrión,
alas de mariposa azul, ¿por qué razón azul?, tal vez imagino que es el color preferido de Dios, más luego me doy cuenta que Él se inventó la magia del color para enriquecer el paisaje; me llama entonces un verde intenso, como llamitas encendidas en gajos de cerezo, como luz tan solo, clonada en medio de un cirio blanco, y ella ahí... manos viejas tan divinas arrugadas,  vencidas en el silencio de una oración, cuando extasiada en su ventana, nubes grises y viajeras le anunciaban, que en un rato se despejaría todo, y el sol de lleno vendría con sus aladas luces a llevarse a mi lucero...

Y te fuiste... ¿cómo es el lugar en donde reposa el alma?... ¿cómo es el paisaje cuando lo vemos con sus ojos? ¿Cómo es la vida, si ya nada nos duele?, ¿ni siquiera morder la piel ni masticar una rosa blanca?

¡Espinas de tus rosas!, se desangra el corazón, la cascada vuelve a jugar y corre como una culebra pequeña que persigue a una presa... ¿es verdad que las serpientes persiguen?, van a ras de piso, se elevan silenciosas: zzzzz... ahí van, buscan la tibieza de un pichón para engullir la vida que apenas inicia, y luego, saciada el hambre, se oculta de nuevo, o se mimetiza como el verde del bosque buscando otra ocasión...

Vi que un tronco era traído a la orilla de cualquier playa, ¡tanta basura!, ¿por qué razón somos así?, ¿por qué destronamos al rey?, el dueño de la barca está enojado lo sé, algún día llegarán auroras rojas, y volverán gris el paisaje, pero su gracia resucitará todas las flores que se fueron tristes, que se apagaron por la sinrazón de una mano en el camino, que hirió su buena suerte.

Me pregunté por un tronco y sus raíces, ¡qué hermosura!, ¡qué fuertes eran!, imaginé sus gajos llenos de enormes hojas, de rosadas enredaderas trepando por su tronco sabio, imaginé abrazando a ese árbol sin nombre, y sólo lluvia caía, sales de mi interior que volvían más profundo el mar.

¡Cuántas aves anidarían en sus gajos!, palomas, gorriones, colibríes besando cada flor en el camino, y él ahí, esperando tan solo que sus niñas hojas mudaran en la estación de cada tiempo, soportando brisas fuertes, huracanes, rayos que alguna vez desgajaron una que otra mano abierta, más él estuvo ahí, su tiempo sería marcado por invisible mano, un olor a gas, ese sonido que parecía el grito de un niño abusado y abría en mil pedazos su vientre, y se fue, rodando en trozos, hasta que su raíz no pudo más y se  lo llevó con todo, en una danza macabra de olas, en medio del vacío de todas las almas que pasaban por ahí como humanos, pero de humanos ni el rastro, ni siquiera la huella de sus plantas que serían borradas con intenso dolor por el mismo mar, cualquier día, cualquier madrugada…

Más luego, un flash advirtió de un milagro, una semilla, hija de otro con mejor suerte,  brotó cerca de su tumba  y resucitó de nuevo el anhelo por un bosque, otros jóvenes tomaron la bandera blanca ,y los viejos nos fuimos como golondrinas tristes, a llorar en otra nube viajera, buscando el árbol que nos dio la vida.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 12/15 
®

 10-491-97

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