martes, 24 de febrero de 2015

EL ERMITAÑO Y YO [42]

EL ERMITAÑO Y YO [42]

Al fin, iniciando a caminar, el ruido me hizo correr... ¿qué será?, avistaron mis pequeños ojos, dos troncos que caminaban, más sus pies tenían negros vestidos, como la noche, pero ahí no podía divisar estrellas...

¡Es raro todo lo que advierto!... sus pies no suenan como los cascos de los caballos libres, ni como el paso del león, que imagina no adivino... creo que me quedaré un rato aquí, mi propia oscuridad es la luz más cercana a vivir, otro rato, otro segundo, se vale abrir la ventana y verte, se vale éste sentimiento loco que me hace correr hacia atrás, cuando sus voces altaneras escucho...

Pero luego... al verlos con sus redes tomar la barca ligera, un poco me conmuevo... ¿regresarán?, ¿qué lluvia o tormenta les acosará en el camino?...

¡Qué sea propicio el tiempo!

Que lleguen con sus corazones llenos, aunque sus barcas estén vacías...

Alguien me vio, una carcajada: ¡jajajaja! pobre ermitaño, el sol de la tarde quebrará ese asustado corazón, más sonreí, los ermitaños podemos reír también, mi risa era el levantar una espada para herir la vida y consolarme. ¡Ven acá mi amor!, cambiaste la ruta de mi daga y se ha enclavado como un haraquiri en mi propio corazón, más no estoy herido de muerte, mis heridas sanan al ver tus ojos bajo las rocas, mi sonrisa es una máscara en un rostro de payaso… ¡jajajaja!, pero no hago reír a nadie, río de las vagabunderías que se inventan en éste pequeño nicho donde cabe mi alma, y sentí que todo se partía en mil, soy trocitos de roca entre los arenales, su negra bota era un alma perdida que cayó como una pesada carga sobre mi pequeña alcoba, pero gracias, sí, miles de gracias para ti, porque ahora soy libre, y el viento sacude mis alas al convertirme en pájaro en medio de tanta sed, donde el amor no es buscado, ni será hallado, hasta que ellos, cambien sus botas por algodones blancos, y sacudan esa ira interna, que los llena de ambición de aire y brisa…

Ahora soy un cascarón vacío, hasta bonito me veo… y te puedo ver amada mía, en medio de cascabeles blancos que corren aprisa hacia pequeños hoyuelos en la arena,  soy yo, multiplicado por mil, ésta es la gracia de la vida, Mago mío:

¡Cuánto te amo!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 12/15
®

10-491-97



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