CUANDO EL RELOJERO [124]
Cuando estamos lejos y escuchamos los cantares
de nuestro pueblo, un algo se mueve, y brota por los ojos un beso de mar...
Me
he dado cuenta que siempre perfuman las rosas, aunque marchitas parezcan.
Demasiado
pronto, el reloj marca un tiempo invisible que se nota en los senderos de la
frente, y en las comillas de la boca...
Y
al hablar de la vida, el regalo más prodigioso de todos, me doy cuenta que es
como el humo de un cigarro, baila mientras puede, como desnuda mujer en un bar,
y luego desaparece entre bambalinas, para conjugar en medio de brisas
primaverales, versos, con los rayos del sol, quien le acoge bajo sus alas.
No
hay temor cuando se aleja el invierno, pero llegamos a extrañar la calidez que
nos junta en el frío, y las mañanas de cigarros mentirosos en la boca.
Dulce
amor, como un caramelo se ha esfumado de mi vida, quedando el dulzor de una
menta, y los poemas que nacieron con una intensa soñadora, que le ruega al
tiempo otro día, para seguir robando estrellitas azules al cielo.
El
relojero impulsa mi viejo reloj, ha probado una fruta madura sobre la mesa, y
un sonar de corazoncitos de ángel llenan mi estancia.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
enero 31 /15
© 10-491-97
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