miércoles, 19 de noviembre de 2014

A TI



A TI 
Decir te amo, sin correr como una cabrita por el monte, elevándome cual cometa y dejarme caer en tu ventana abierta, enredarme contigo en ese mundo de letras como un solo libro y una sola mesa, donde estemos probando un poco de sal de los ojos, mojándonos los labios.

Decir te quiero es un vicio pegajoso, la miel que endulza el árbol de mi existencia, cambiando sus hojas por reposo.
Repetir el sonido de la flauta con un beso a la distancia, combinar la música con oración, o siendo ella misma la oración de mi campanario triste y olvidado, mi corazón cansado de esperar un beso, y me quedo en la misma silla, ¿sabías que cambié comida por un sillón negro?, lo hice, busqué reposo más que alimento, y ahora me lleno de semillas y agua, como los pájaros azules de mi aposento.
Decir te quiero, no me cuesta nada, es tan fácil amarte, es tan dulce desear lo que no se ha probado, ¿pero y luego?, esperaré en la proa de la barca, la que me conducirá en un despertar hacia la cumbre herida de tu pecho, y nos espinaremos en besos, nos mataremos en abrazos y caricias, sin que el mundo se entere.
Si miras un poco hacia el mar, el amor se repite, se multiplica en las olas al vernos pasar, las gaviotas caricias de alas y besos se dan, ¿y nosotros?, ¿para cuándo será?
Pero te digo te quiero, repito te amo, a la sombra que te sigue y se aleja de mí, al árbol de semillas rojas, a la huella tuya y mía en una pared dorada, marcada en arena y cubierta en lágrimas.
Decir una palabra, proclamar en un verso una elegía sin llorar, ¿será posible?, te lo diré cuando asomes, y el viento sea testigo de la primera sonrisa que nos junte, y del primer beso que nos eleve.
Raquel Rueda Bohórquez 
Barranquilla, noviembre 19/14

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