martes, 23 de septiembre de 2014

A UN JARDÍN

A UN JARDÍN
Inmaculada presencia
paseo por un jardín
violetas y azucenas
lirios blancos, clavellinas
gorriones en un ciruelo,
la planta de guascas
el moral, la hierbabuena.
Manos de reina cultivando
¡Qué sonrisa!, ¡qué aroma!
Por donde ella pasa
la felicidad asoma.
Bendice una margarita
que acaba de abrir sus alas,
besa a una rosa que su jardín engalana
consiente a un pollito que nació calvo,
y sonríe cuando Kayser lame sus manos.
El jardín de ella era así
vida y cantares, sonrisas y tristezas,
pero todo era ofrecido como dádiva
a manos llenas en un altar que imaginaba
sobre las nubes viajeras.
¡Ésta para mi madre!, -decía-
-aquélla para Rosita, la hija mía
-el clavel para Alirio, el mayor
¡qué flor roja tan bella!, esa es para Myriam
y así cada día y cada año
un motivo había en su jardín,
un sinsonte que la veía
y se volvía un niño danzarín,
como juguetes de novia sus flores
como su vida, sueños y sueños
como sus ojos, lágrimas y lágrimas
consolando al grande como al pequeño.
Ahora, ¿quién cuidará su jardín?
¿Quién arrancará la mala hierba?,
pero ella decía: No es mala, déjela crecer
en su interior también hay un alma
por algo el Creador la plantó aquí.
Y al vuelo de una mariposa:
¡Dios mío!, ¡gracias por tanta belleza!,
¡Por el dolor y toda ésta inmensa alegría,
por tus perfumadas flores siempre vivas
por las muertas que fueron perfume,
que al fin y al cabo, endulzaron mis días!
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 23/14

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