GRITOS EN LA OSCURIDAD
Un grito de hambre, ¡Dios mío!, palidece el corazón como la piel, y el cabello se vuelve dorado, el hambre, terrible flagelo nos convierte a todos en rubios, a todos en moradas flores, en un inmenso valle.
No quiero ver, no quiero escuchar, sólo poder abrazar niños, con el estómago lleno y la mirada como de girasol.
¿Qué haces con tantas joyas al cuello?, se acerca la hora de partir, nada nos llevaremos, ni la piel, porque ahora ni a los goleros la dejan, ni el vestido, porque los gusanos lo usarán de mesa para devorarnos, y ni les importará si es de seda o de lana.
¡Corre!, antes de que llegue la parca vestida de negro, desocupa tu alacena de tantas cosas, vacía tu hogar de tantos muebles y vanidad, ¿te llevarás acaso, ese edredón de colores?,¿cuántos vestidos compras?, ¡sólo uno te pones!, lo necesario, es lo que nos conviene, así nuestra casa se verá gigante, y podemos correr en ella con nuestros cachorros, mientras llevamos una mirada nueva, un hombre nuevo que se transforma, un joven que se anima con un arpa, y deja de fumar porquerías, en cambio, mira hacia los árboles y con amor baja un fruto jugoso y se alimenta.
Calmemos el hambre interior, y podemos así, llenar los ojos de lágrimas, que serán un vicio para limpiar, y nos hará ver siempre como luciérnagas en la oscuridad.
Hay un hambre que hace falta, el hambre de Dios, si lo buscamos, estoy segura de estaríamos inquietos cuando devoremos manjares y cuando dejemos la mitad ahí, para lanzar a la basura, mientras miles de niños no llegan siquiera a ser una flor abierta en una primavera.
¡Es triste, si!, pero es la realidad que afrontamos, que no podemos tapar con un dedo, ni podemos olvidar que ahora, mientras escribo, se gesta una guerra, se mata a un niño, a un anciano, y que somos para este paraíso, una equivocación. Pero estamos a tiempo, ¿nos miramos a los ojos hermano?
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 10/14
Imagen: Internet
No quiero ver, no quiero escuchar, sólo poder abrazar niños, con el estómago lleno y la mirada como de girasol.
¿Qué haces con tantas joyas al cuello?, se acerca la hora de partir, nada nos llevaremos, ni la piel, porque ahora ni a los goleros la dejan, ni el vestido, porque los gusanos lo usarán de mesa para devorarnos, y ni les importará si es de seda o de lana.
¡Corre!, antes de que llegue la parca vestida de negro, desocupa tu alacena de tantas cosas, vacía tu hogar de tantos muebles y vanidad, ¿te llevarás acaso, ese edredón de colores?,¿cuántos vestidos compras?, ¡sólo uno te pones!, lo necesario, es lo que nos conviene, así nuestra casa se verá gigante, y podemos correr en ella con nuestros cachorros, mientras llevamos una mirada nueva, un hombre nuevo que se transforma, un joven que se anima con un arpa, y deja de fumar porquerías, en cambio, mira hacia los árboles y con amor baja un fruto jugoso y se alimenta.
Calmemos el hambre interior, y podemos así, llenar los ojos de lágrimas, que serán un vicio para limpiar, y nos hará ver siempre como luciérnagas en la oscuridad.
Hay un hambre que hace falta, el hambre de Dios, si lo buscamos, estoy segura de estaríamos inquietos cuando devoremos manjares y cuando dejemos la mitad ahí, para lanzar a la basura, mientras miles de niños no llegan siquiera a ser una flor abierta en una primavera.
¡Es triste, si!, pero es la realidad que afrontamos, que no podemos tapar con un dedo, ni podemos olvidar que ahora, mientras escribo, se gesta una guerra, se mata a un niño, a un anciano, y que somos para este paraíso, una equivocación. Pero estamos a tiempo, ¿nos miramos a los ojos hermano?
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 10/14
Imagen: Internet
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