martes, 27 de mayo de 2014

DESDE MIS OLLAS VIEJAS

DESDE MIS OLLAS VIEJAS

27 de mayo de 2014 a la(s) 7:15
Casi que perdida la fe, desde mis ollas viejas y más de 50 años de historia repetida y cansada en los labios, como un reflejo que se queda por siempre en la mirada, sin el brillo de  días diferentes, tomo un pedazo de carbón y un descanso, el café caliente con su bendito olor, pensar en el amor y en el camino sembrado de abrojos, que el arañador de la tierra ve con mucha pena y dolor.

Ha pasado el tiempo, fácil convertimos a un vigilante en punto para nuestras lanzas, un millón ponemos a sus cabezas, para caer  vencidos y tristes, ante miradas llenas de odio y soberbia, con la ambición que el demonio había plantado en sus almas.

Se curtieron mis ollas, se cansaron los dedos, las cinturas no quieren el vaivén de más noches ardientes, y menos, de las nunca vistas madrugadas.

Las montañas gritaron enloquecidas, un manto rojo cubrió sus faldas, y se fueron secando junto a los niños, a los ancianos  jóvenes, gritando, mientras veía en sus ojos, una  angustia que se quedó en Ofelia, hasta que al fin, las aguas subieron de nivel,  y tocó fondo, con su alma libre ya de todo dolor y todo agravio.

No hubo goleros para llenar los bosques, pues fueron tantos los que se quebraron como semillas que nunca germinarían, niños adornados de  trajes verdes y marrón, jóvenes que leían una copla o enamoraban a una chica, con el único pecado de haber nacido en un tiempo lleno de maldad.
En medio del bosque una sierra ensordecía a los sinsontes, y los búhos lloraron largamente, estuvieron tristes y desolados volando en círculo sobre sus nidos, hablando con la luna sobre la iniquidad, y  los burlones que bebían como locos, y sacaban sus lenguas de víboras mientras se desvanecía el sol de entre los cuerpos, y las cascadas rojas del corazón, morían dentro de un río oscuro y negro que los cobijó, como pálidas flores de loto.

La orquesta del bosque silencia y huye, nuevos dragones veloces y metálicos, vienen por los amantes que se aferran a la madre,  sus ramas inmensas caen ante sus ojos, y corren ladera abajo, como niños que aún no crecieron, como muchachos que fueron alcanzados por la desgracia, en el momento en que subían la cuesta, y llegaban a la cima.

Contarán las piedras lo que sucedió en el bosque, cuando todos los que encendieron las hogueras de la ambición se hayan ido, saldrá a la luz toda la ignominia para que sintamos temor de Dios, y eso que ahora escucho a Isaías, ¿quién sería?, un profeta, y yo, aprendo  de quienes saben, como un vaso de agua de manantial ha llegado ahora, y mi pobre enredadera inicia a subir, por un tronco que estaba por ahí, como un muerto vivo.

No hubo director de orquesta, un descontrol fue la montaña, ríos nuevos vendrían, nuevos dolores de parto nos esperan, porque hemos vendido hasta el agua que es un regalo del cielo, si pudiéramos vender las estrellas lo haríamos, despedazaríamos el sol, un regalo de luz y energía mal utilizado, estando ahí, en vez de dañar el paso de ríos y quebradas, pudiéramos encender una pequeña luz de esperanza para el planeta, mis ollas cansadas lo dicen cada instante, con cada hendedura, cada herida, cada bofetada.

Siguen las niñas heridas, las caminantes sin rumbo que callan horrores, las mujercitas que van y vienen y lloran sus poemas, las ancianas que siempre lloran a pesar de todo, aunque el tiempo y el reloj de arena esté por voltearse, y sin saber, una profunda herida está ahí, sin poder cerrar, el abandono a los poetas que se fuman la vida para llenar sus panzas, a los horrores fabricados que gritan, y nos hacen huir despavoridos y aterrorizados, a las mentiras fabricadas por los noticieros que tienen dueño, y nos utilizan como carnada para sus fines macabros.

¡Pobres de mis ollas viejas!, ¿quién contará la historia de ellas? , sirviendo en medio del dolor del fuego, entregando sin pedir nada, ni un consuelo, en tanto veo a los descalzos del camino luchar por sus veredas, otros ven de lejos lo suyo, y sus collares de perlas llegan hasta el mar, para inundar el quebranto con más penas.

Llegará el día  lo sé, en que el pasto seco no servirá ni para los bueyes, y seremos abono para la tierra, porque muchos nacieron para el mal y sus hijos copian y ríen del dolor que se causa a otros, pero yo el rey que todo lo ve, quien esculca entre las ollas viejas, y conoce de los negros  y claros de la vida, me dicen un cuento secreto, y sé que pronto tendrán que bajar el rostro los soberbios, porque la misión era muy fácil: el amor, para que brillara el mundo, no para que fuera una olla vieja, a la que se le da brillo por momentos, y se pone al fuego de la indiferencia, para que todo muera y se vaya por la cloaca de nuestro corazón lleno de maldad.

¿Cuántos bobos hay en la familia Pedrito?, y responde German: ¡seis!, y  hay más…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 27/14


Se cansó la olla vieja de tantas heridas, se perforó un alma y dentro de poco no será fuego lo que reciba, sino abrazos y besos llenos de bendiciones.
Se cansó la olla vieja de tantas heridas, se perforó un alma 
y dentro de poco no será fuego lo que reciba, 
sino abrazos y besos llenos de bendiciones.

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