NO SE META EN MI VIDA
Es tan fuerte cuando un hijo te dice esto. Pero realmente quien vino a meterse en nuestra vida fueron ellos. Ese día hasta lo recuerdo, tenía blanca la mirada, entre sábanas húmedas gemía, casi que lloraba de emoción, y al poco tiempo, ¿y ésta vaina?, ¿de dónde salió éste barrigón?, me di cuenta que alguien se había metido dentro de mi propia vida, y no fui precisamente yo, sino un hijo, y un sentimiento único transformó mi pequeña cintura en un tambor, y mis senos como naranjas duras en enormes tetas, con una aureola casi que de oscura rosa.
Un hilo nos unió, y la sangre de mis venas fue tuya, se convirtió por aquélla magia de mi Jefe en tibias aguas blancas que llegaron a tu boca con sabor a miel.
Tus pequeños labios prendidos de mi vida, tus manos aferradas de esos globos gigantes como una pequeña sanguijuela hermosa, de manos rosa y ojos tan azules y tan negros, que mi corazón de águila se transformó en paloma, y mi cuerpo de gacela en el de una señora.
Te has metido en mi vida realmente, ¿cómo podría yo meterme en la tuya?, éste milagro de vida sólo viene de Dios, y no hay queja, no hay dolor cuando las pronuncias, porque el dolor partió en un instante al verte por primera vez asomar por mi vientre, porque otras fuerzas me dejaron, y no me pudiste besar donde todos los hijos hemos besado a nuestras madres al nacer.
No me vuelvas a decir eso, porque eres tú quien se metió en mi vida, y a pesar de que cortaron ese hilo que nos unió como uno solo en mi vientre, mi cascada está en tu mirada, y en tu negro cabello de potranca salvaje, de caballo chúcaro, que veo ir y venir entre éste bosque de cemento ansiando una libertad que siempre fue tuya y mía.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 14/14

Un hilo nos unió, y la sangre de mis venas fue tuya, se convirtió por aquélla magia de mi Jefe en tibias aguas blancas que llegaron a tu boca con sabor a miel.
Tus pequeños labios prendidos de mi vida, tus manos aferradas de esos globos gigantes como una pequeña sanguijuela hermosa, de manos rosa y ojos tan azules y tan negros, que mi corazón de águila se transformó en paloma, y mi cuerpo de gacela en el de una señora.
Te has metido en mi vida realmente, ¿cómo podría yo meterme en la tuya?, éste milagro de vida sólo viene de Dios, y no hay queja, no hay dolor cuando las pronuncias, porque el dolor partió en un instante al verte por primera vez asomar por mi vientre, porque otras fuerzas me dejaron, y no me pudiste besar donde todos los hijos hemos besado a nuestras madres al nacer.
No me vuelvas a decir eso, porque eres tú quien se metió en mi vida, y a pesar de que cortaron ese hilo que nos unió como uno solo en mi vientre, mi cascada está en tu mirada, y en tu negro cabello de potranca salvaje, de caballo chúcaro, que veo ir y venir entre éste bosque de cemento ansiando una libertad que siempre fue tuya y mía.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 14/14

Los hijos se metieron en nuestra vida... ¿quién los enviaría?, no lo sé, pero se colaron como las mariposas entre la luz de un bello día, y se quedaron pegados de mi lámpara por siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario