sábado, 18 de enero de 2014

LA FLOR DE LA VIDA

Foto: LA FLOR DE LA VIDA

Era un bosque espeso, conjugación de todos los bosques del mundo, en donde cada rescoldo del camino era una esperanza, cada grieta se ajustaba a los suspiros del alba, cada aroma se conjugaba con un todo llamado universo.

Cierto día, cuando caminaba por ahí, ese temor de tantos años donde era sembrado el odio en las montañas, y las pequeñas piernas y manos de los niños se esparcían, sus ojos quedaban anegados y silenciosos, con esa quietud del momento final muy abiertos. Pero inicié una caminata en búsqueda de algo, no del abono negruzco y rojo de sus venas, sino el motivo de estar aquí, pues no lo había encontrado todavía. 

En aquél día una voz me susurró al oído: “Busca brillo dentro de otros, no dentro de ti misma, es el resplandor ajeno lo importante, para que puedas encontrar la semilla de la tierra, y por ende, descubrir la flor, que eternizará todos los bosques, todos los verdes del mundo… continúa caminando, sin descanso, sin mirar atrás, pues quien mira para atrás muchas veces, deja de  avanzar…”

¡Qué raro!, pensé…  -esa voz… me quedé dormida tal vez bajo una enorme roca y dentro de mis sueños, otro sueño me despertó… ¿no estaba acaso caminando?, me había detenido en un enorme vacío, como una llaga abierta de la tierra llena de lodo, árboles muertos que gritaban y muy cerca de ahí, una pequeña semilla que brotaba…

¡Semilla!... ¿oye pequeña, me puedes oír?, y escuché en medio de todo, un gemido, como de niño tratando de nacer, una sensación como si alguien estuviera apresado dentro de algo y no pudiera surgir…

Un poco inquieta puse mi oído sobre la tierra… ¡está viva!... ¡la tierra vive…! escuchaba sonidos que se agolpaban, como queriendo surgir de nuevo;  voces de niños, cantares de ángeles, piares de pollitos dentro de sus perlas blancas, y adiviné en el viento una razón…

Pero seguí caminando, ajena al ruido; no me importaba cómo destruían el bosque, veía a los árboles muertos, y sus gritos no me interesaban, bosques y bosques de cemento abarcaban todo, los ángeles corrían sin rumbo fijo, las aves volaban sin descanso, pues su árbol ya no estaba… 
¿Qué es esto?... al fin descansé un poco para pensar… 

¿A qué vine al planeta?... debo tener una misión, quienes gobiernan deberían ser los científicos, más no los políticos, ya que los científicos dedican su vida a otros,  ¿estoy labrando una historia?, o no soy parte de nada, ni siquiera una hoja en el camino, que hasta el final tiene una misión de abonar, y la cumple a cabalidad sin conocer su destino.

Sobre una roca admiré cómo nacía una mariposa, y cómo después de volar feliz por un rato, caía tan hermosa y bien ataviada, llena de joyas preciosas y descansaba de todo, para dejarse llevar de nuevo por la brisa…

Un poco acomplejada me sentía, ¿qué soy acaso?, siento que no soy nada,  paso de aquí para allá soñando ,sin hacer nada concreto,  vivo triste todo el tiempo porque no puedo cambiar lo que parece imposible, ¿pero acaso estoy haciendo algo por otros?, ya me di cuenta que lo que intente siempre debe ir en pro de alguien, creo que la misión de hoy es ser mejor, siendo lo que soy, proyectándome hacia los demás y buscando en cada ser ese algo  escondido en el fondo de su alma, ser mejor cada día como el árbol, que extiende sus ramas cada vez, que renueva  sus hojas y sus flores para contento de otros, que regala sus frutos mientras él permanece prisionero de sus raíces… 

Descubrí a la semilla, siendo flor y fruto a la vez, abrazada en sumisión, con sus pechos enormes, siendo mujer y siendo niño por nacer, estaba pasando por una metástasis, pero esa enfermedad terrible era el hombre, se encogía sobre sí misma, tal vez lloraba, o esperaba…

Encontré a la flor de la vida apretada dentro de sí misma, con el ocre color de la tierra, gritando al mundo que por favor, no la mataran, que no asesináramos a la dueña del planeta, al embrión, al trino divino que estaba ahí, suspirando para que no derribaran las montañas, para que el hombre respetara al resto de seres, para que en vez de espadas sembráramos alimento, y cosecháramos árboles inmensos para que las aves del cielo se cobijaran…

¡Qué bello es todo esto!, su corazón palpita, pero se siente agitado, como cuando vi agonizar a mi madre, sus ojos están en todos los animales que corren asustados por caminos de cemento, y son pisoteados sin piedad por esos dragones sin vida que corren, dejando su apestoso olor a su paso…

Doblé entonces las rodillas, como la semilla; me sentí  cobarde,  vacía; y lloré por mucho tiempo, yo era parte de la muerte de mi madre tierra… ¿acaso peleé alguna vez cuando un árbol era derribado?, no entregué mi vida por otros, ni hice como el caminante del bosque que en vez de odiar, se llena de amor y bendice la brisa, el sol y un nuevo día… abriendo senderos para que no se pisoteen las plantas y los caminantes descubran  la felicidad de un  hogar y un refugio, simplemente para vivir.

Había encontrado mi razón de ser… pero estaba vieja y vencida… no miraría atrás nunca más…  al dormir, vi como el hombre cambiaba de pensamiento, y una transformación en el planeta se inició, para bien o para mal, no lo sabía, tal vez lográramos resucitar a nuestra madre que respiraba el hedor de la muerte entre lozas de cemento.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 18/14


Obra: Dubian Fernando Monsalve  Torres- Colombia. Tallado en la montaña. Antioquia.
 Dubian Fernando Monsalve Torres- Colombia. Tallado en la montaña. Antioquia.

Era un bosque espeso, conjugación de todos los bosques del mundo, en donde cada rescoldo del camino era una esperanza, cada grieta se ajustaba a los suspiros del alba, cada aroma se conjugaba con un todo llamado universo.

Cierto día, cuando caminaba por ahí, ese temor de tantos años donde era sembrado el odio en las montañas, y las pequeñas piernas y manos de los niños se esparcían, sus ojos quedaban anegados y silenciosos, con esa quietud del momento final muy abiertos. Pero inicié una caminata en búsqueda de algo, no del abono negruzco y rojo de sus venas, sino el motivo de estar aquí, pues no lo había encontrado todavía.

En aquél día una voz me susurró al oído: “Busca brillo dentro de otros, no dentro de ti misma, es el resplandor ajeno lo importante, para que puedas encontrar la semilla de la tierra, y por ende, descubrir la flor, que eternizará todos los bosques, todos los verdes del mundo… continúa caminando, sin descanso, sin mirar atrás, pues quien mira para atrás muchas veces, deja de avanzar…”

¡Qué raro!, pensé… -esa voz… me quedé dormida tal vez bajo una enorme roca y dentro de mis sueños, otro sueño me despertó… ¿no estaba acaso caminando?, me había detenido en un enorme vacío, como una llaga abierta de la tierra llena de lodo, árboles muertos que gritaban y muy cerca de ahí, una pequeña semilla que brotaba…

¡Semilla!... ¿oye pequeña, me puedes oír?, y escuché en medio de todo, un gemido, como de niño tratando de nacer, una sensación como si alguien estuviera apresado dentro de algo y no pudiera surgir…

Un poco inquieta puse mi oído sobre la tierra… ¡está viva!... ¡la tierra vive…! escuchaba sonidos que se agolpaban, como queriendo surgir de nuevo; voces de niños, cantares de ángeles, piares de pollitos dentro de sus perlas blancas, y adiviné en el viento una razón…

Pero seguí caminando, ajena al ruido; no me importaba cómo destruían el bosque, veía a los árboles muertos, y sus gritos no me interesaban, bosques y bosques de cemento abarcaban todo, los ángeles corrían sin rumbo fijo, las aves volaban sin descanso, pues su árbol ya no estaba…
¿Qué es esto?... al fin descansé un poco para pensar…

¿A qué vine al planeta?... debo tener una misión, quienes gobiernan deberían ser los científicos, más no los políticos, ya que los científicos dedican su vida a otros, ¿estoy labrando una historia?, o no soy parte de nada, ni siquiera una hoja en el camino, que hasta el final tiene una misión de abonar, y la cumple a cabalidad sin conocer su destino.

Sobre una roca admiré cómo nacía una mariposa, y cómo después de volar feliz por un rato, caía tan hermosa y bien ataviada, llena de joyas preciosas y descansaba de todo, para dejarse llevar de nuevo por la brisa…

Un poco acomplejada me sentía, ¿qué soy acaso?, siento que no soy nada, paso de aquí para allá soñando ,sin hacer nada concreto, vivo triste todo el tiempo porque no puedo cambiar lo que parece imposible, ¿pero acaso estoy haciendo algo por otros?, ya me di cuenta que lo que intente siempre debe ir en pro de alguien, creo que la misión de hoy es ser mejor, siendo lo que soy, proyectándome hacia los demás y buscando en cada ser ese algo escondido en el fondo de su alma, ser mejor cada día como el árbol, que extiende sus ramas cada vez, que renueva sus hojas y sus flores para contento de otros, que regala sus frutos mientras él permanece prisionero de sus raíces…

Descubrí a la semilla, siendo flor y fruto a la vez, abrazada en sumisión, con sus pechos enormes, siendo mujer y siendo niño por nacer, estaba pasando por una metástasis, pero esa enfermedad terrible era el hombre, se encogía sobre sí misma, tal vez lloraba, o esperaba…

Encontré a la flor de la vida apretada dentro de sí misma, con el ocre color de la tierra, gritando al mundo que por favor, no la mataran, que no asesináramos a la dueña del planeta, al embrión, al trino divino que estaba ahí, suspirando para que no derribaran las montañas, para que el hombre respetara al resto de seres, para que en vez de espadas sembráramos alimento, y cosecháramos árboles inmensos para que las aves del cielo se cobijaran…

¡Qué bello es todo esto!, su corazón palpita, pero se siente agitado, como cuando vi agonizar a mi madre, sus ojos están en todos los animales que corren asustados por caminos de cemento, y son pisoteados sin piedad por esos dragones sin vida que corren, dejando su apestoso olor a su paso…

Doblé entonces las rodillas, como la semilla; me sentí cobarde, vacía; y lloré por mucho tiempo, yo era parte de la muerte de mi madre tierra… ¿acaso peleé alguna vez cuando un árbol era derribado?, no entregué mi vida por otros, ni hice como el caminante del bosque que en vez de odiar, se llena de amor y bendice la brisa, el sol y un nuevo día… abriendo senderos para que no se pisoteen las plantas y los caminantes descubran la felicidad de un hogar y un refugio, simplemente para vivir.

Había encontrado mi razón de ser… pero estaba vieja y vencida… no miraría atrás nunca más… al dormir, vi como el hombre cambiaba de pensamiento, y una transformación en el planeta se inició, para bien o para mal, no lo sabía, tal vez lográramos resucitar a nuestra madre que respiraba el hedor de la muerte entre lozas de cemento.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 18/14


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